Después de que el Estado y el presupuesto destinado a los servicios públicos se contrajera tras décadas de hegemonía neoliberal, la austeridad introdujo a la receta diseñada por Ronald Reagan la máxima del ahorro. Ya no existía en las arcas de Estados Unidos dinero suficiente para gastar en colegios públicos, aunque el destinado a la industria militar no dejaba de financiar guerras en Oriente Medio.
Si las opciones posibles son no tener acceso a la educación o recibir aquella que diseñe Silicon Valley, pocos van a ser quienes opongan resistencia
¿Cómo continuar extendiendo esta mentalidad en las mentes de padres, profesores e incluso de alumnos para llevar a nuevos horizontes estos presuntos ideológicos? Una respuesta susurró los oídos de la Administración: innovar o morir. De esta forma, una infraestructura alternativa de educación digital ha sido desarrollada y perfeccionada a través de asociaciones público-privadas establecidas entre el Departamento de Defensa y algunas de las empresas más poderosas del mundo, que ya son las tecnológicas.
Si las opciones posibles son no tener acceso a la educación o recibir aquella que diseñe Silicon Valley, pocos van a ser quienes opongan resistencia. Una suerte de distopía moderna que llega en un momento en que el resto del mundo se integran en el sistema capitalista global. Así es que quien coloque sus aplicaciones en el mercado de la educación personalizada de los colegios, si es que estos tienen presencia física en unos años, tendrá la mejor información para educar a la futura generación de consumidores.
“El proyecto de educación global impulsado por Silicon Valley es un cóctel compuesto por la filosofía de Netflix, Uber y Pokemon Go”, señala Alison McDowell, activista contra la privatización y autora del blog estadounidensePensamientos de un padre escéptico sobre el currículo digital. Es decir, ese horizonte lejano en el que los algoritmos de unas pocas compañías compiten por extraer los datos de los alumnos para predecir y personalizar la lista de materias educativas, reemplazando a los profesores por sistemas de inteligencia artificial que se encargan tanto de monitorizar como de cuantificar los resultados de los estudiantes, los cuales aprenden la lección con la ayuda de videojuegos online desarrollados por sistemas de realidad aumentada y virtual —dos ramas en la que Google ya está desarrollando muchos programas—.
Según McDowell, “en la base se encuentra eliminar el control local de las comunidades para sentar las bases de una educación más tecnocrática que se extienda tanto como lo hagan los servicios que ofrecen las plataformas de internet”.
El colegio se descentraliza y los niños comienzan ser datos procesados por un algoritmo los que crean una especie de playlist educativas personalizadas
El programa Dream Box, financiado por Netflix, es un buen ejemplo. Cuando un alumno completa sus deberes, recibe puntos virtuales mediante un sistema inteligente que prepara las clases de matemáticas de los estudiantes según sean su intereses, metas e incluso su estado de ánimo. Una mentalidad que el CEO de Linkedin Reid Hoffman describía de la siguiente forma: “Consejos clásicos como 'estudia lo que te gusta' son insuficientes hoy en día. Ahora se trata de conectarse en redes, ¿y no son esas redes el tipo de cosas que usted encontrará gratificante y que le llevará a encontrar su carrera?.” Claro que la esperanza de Hoffman radicaba en que su compañía sea capaz de analizar todos los datos académicos de los alumnos, sus antecedentes educativos particulares, así como su trayectoria y preferencias para ofrecer los servicios de la compañía a los futuros estudiantes.
De este modo, el colegio se descentraliza y los niños comienzan progresivamente a pasar menos tiempo con sus profesores porque son datos procesados por un algoritmo los que crean una especie de playlist educativas personalizadas. “Hacer a la gente medible, crear situaciones para que los estándares educativos puedan ser medidos por categorías muy reducidas y después digitalizarlo”, resume de nuevo la activista estadounidense. “El objetivo es hacer una ecuación del sistema de educación”.
Y en este nuevo ecosistema, donde los profesores se convierten en simples mentores, participa buena parte de la industria. “Museos, librerías, también el National Geographic y otros canales de televisión. Todos, respaldos por la Cámara de Comercio, están involucrados porque compiten para que sus servicios sustituyan a los nuevos profesores y a las materias educativas,” apunta Alison McDowell.
Esta es la cantinela de programas como el Open Education Resources, donde Google ha invertido una buena suma de dinero, una especie de comunidades para la creación de conocimiento. Como lo define el Global Education Futures (GEF), una plataforma colaborativa internacional que une a los pioneros de la educación global con los CEOs de las empresas tecnológicas: “La base de conocimiento se expandirá rápidamente a través de la digitalización, aumentando nuestra preferencia por simuladores y laboratorios virtuales. Los sistemas de inteligencia artificial se convertirán en colaboradores indispensables de las comunidades, almacenando y organizando el conocimiento a medida que se crea e inmediatamente transfiriéndolo a libros de texto vivos y materiales de aprendizaje”.
El sector de las finanzas verá condiciones idílicas para especular y apostar sobre las perspectivas futuras de cualquier niño, escuela o distrito
Por supuesto, debido al surgimiento de estas nuevas formas de creación de conocimiento, “los estándares para los derechos de propiedad intelectual serán significativamente desafiados y finalmente redefinidos”. Y en este último punto se encuentra lo que para los críticos es el quid de la cuestión: una excusa para extraer información de los alumnos con el fin convertir a los colegios digitales en una fábrica de datos.
Por otro lado, una vez incorporados determinadas infraestructuras digitales en los sistemas educativos y reducida la vida de los niños a un conjuntos de datos, el sector de las finanzas verá condiciones idílicas para especular y apostar sobre las perspectivas futuras de cualquier niño, escuela o distrito.
Goldman Sachs, por ejemplo, fue uno de los precursores a la hora de sugerir una especie de contrato público en el que sector privado pagaba por la implantación y desarrollo de estos programas para recibir después un dinero en función de lo que el estado se ahorra. Este es el fin de la iniciativa llamada Pay for success, nacida de la idea de que los ciudadanos no vayan a pagar impuestos para financiar servicios públicos que cada vez son más reducidos, y que de todas maneras serán proporcionados por las empresas de tecnología.
Hay dos fuentes de financiación para la investigación de este tipo de aprendizaje: la Fundación Bill y Melinda Gates (Microsoft) y la Iniciativa Chan Zuckerberg (Facebook)
Otro ejemplo son contratos de educación secundaria basados en la tecnología Blockchain en el que un estudiante recibe financiación personal de una empresa privada a cambio de su sueldo futuro, etc. Antonio Olmedo, de la universidad de Roehampton, se hacia la siguiente pregunta: “¿quién necesita un Ministerio de Educación cuando la educación se convierte en un nuevo capital de riesgo?” Un trabajo centrado en el seguimiento de las inversiones y agendas de un grupo de organizaciones filantrópicas concluía que “este modelo promueve abiertamente las soluciones basadas en el mercado y las dinámica de privatización de la educación en todos los niveles: financiación de escuelas privadas, la incubación de nuevos negocios de edu-tech, la promoción de nuevas formas y métodos de rendición de cuentas y evaluación, etc”.
¿Pero quién está detrás todo esto? La investigadora Audrey Watters nos ofrece en uno de sus estudios una radiografía inigualable: “Hay dos fuentes de financiación, que además impulsan estrategias de relaciones públicas para promover el famoso aprendizaje personalizado: la Fundación Bill y Melinda Gates y la Iniciativa Chan Zuckerberg [La fundación que el CEO de Facebook Mark Zuckerberg estableció hace poco años con su esposa Priscila Chan]. El primero ha gastado cientos de millones de dólares en proyectos de aprendizaje personalizado; este último promete gastar miles de millones más.” Concretamente, la cantidad aportada por la Fundación Gates desde que fue fundada en 1998 asciende a 15.000 millones de dólares en un total de unas 3.000 subvenciones.
También hay otros nombres de Silicon Valley embarcados en proyectos más modestos de inversión privada a expensas de la infraestructura pública, como es el caso fundado de eBay Pierre Omidyar.
Como apuntaba Watters, la Red Omidyar ha respaldado lo que se llama el AltSchool, una escuela privada que administra y monitorea a través de algoritmos todas las actividades digitales y prácticas físicas en el aula. AltSchool, que en 2015 también recibió 100 millones de dólares de Zuckerberg, es uno de los ejemplos más citados en la prensa estadounidense de cómo Silicon Valley planea la disrupción de la educación. “La plataforma AltSchool es profundamente antidemocrática, particularmente por su inclinación a la vigilancia total, aunque probablemente sean las Bridge International Academies el ejemplo más preocupante de la visión de la Red Omidyar para el futuro de la educación,” señalaba Watters en una de sus investigaciones.
Bridge International Academies, igualmente respaldada por la Fundación Gates y la Iniciativa Chan Zuckerberg, se basa en una cadena de escuelas privadas que opera en varios países africanos y que contrata a adultos sin formación como una especie de mentores. Se ha criticado que los recursos destinados a estos colegios no poseen la infraestructura o recursos humanos suficiente que muchas naciones africanas necesitan para desarrollar un sistema de educación sin un profesor real, además de que el precio elevado de la matrícula excluye a muchas familias. Si bien es cierto que el gobierno ugandés ordenó cerrar las puertas de todas las escuelas hace dos años, poco después Liberia anunció sus planes de externalizar todo su sistema educativo a este sistema.
Al fin y al cabo, todo se resume en una combinación entre las dinámicas del capitalismo global, la ideología neoliberal y la herencia imperialista estadounidense, que trata de extender su forma de educar a todo el mundo. Evgeny Morozov lo resumía de esta forma en un artículo de 2014 publicado en The Guardian: “Hemos sido rehenes de dos tipos de disrupción. Una cortesía de Wall Street; la otro de Silicon Valley. El primero predica escasez y austeridad, mientras que el otro celebra la abundancia y la innovación. Pueden parecer distintos, pero cada uno se alimenta del otro”
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