* Por Camila Sosa Villada,
escritora cordobesa,orgullo villero.
Esta espera es larga amigas.
Es tan larga que posiblemente exceda nuestras expectativas de vida.
Durante la espera viviremos muchas injusticias.
No importa. Somos travestis poderosas.
Nos apartan de pequeñas, nos golpean.
Nos asustan, nos persiguen y acusan.
Son indiferentes, no se duelen de nada.
Todos nuestros asuntos les incumben menos
que el precio de la mandarina en los supermercados.
Esto que ellos hacen sobre nosotras:
Su incomprensión, su indiferencia,
su escasa filosofía, la burla, el desgaste,
las pocas ganas de entenderlo todo,
esto habla de ellos, no de nosotras.
Es posible que nos cueste lo que nos ha costado siempre:
Siglos de soledad y de escondernos en la guarida del placard
y las sombras de la zona roja.
No importa, somos travestis poderosas.
Y esto que ellos hacen sólo habla de ellos y de su miedo.
Hasta nuestros padres y hermanos dejaron de querernos
por decidir ser travestis poderosas.
Necesitan mucho más para meternos miedo.
Pueden querer con toda su alma que
nunca dejemos de ser pobres y prostitutas.
Pueden repetir una y otra vez los actos vergonzosos
que durante siglos han practicado en nuestra contra.
Golpearnos, humillarnos, asesinarnos y tirarnos en fosas.
Repartirnos en pedazos para ocultar las pruebas.
Pueden ignorarnos en comisarías y hospitales.
Pueden ignorarnos con su corazón, en el amor,
en la lucha y en las calles.
Pueden tratarnos como varones y reírse como boludos después.
Pueden gritarnos insultos cuando nos ven pasar.
O, claro que sí, pueden dudar de nuestra capacidad
para desenvolvernos en el mundo,
y decir que no servimos más que para acostarnos por dinero.
Amigas, eso no debe apartarnos de lo que somos.
No debe apartarnos ni un segundo
de la idea de sociedad que queremos.
Nosotras hemos dejado de ser minoría,
y a esto quiero que se lo peguen en la puerta de la heladera.
Y en el espejo del baño.
No somos minoría, somos hijas de una enorme mayoría
que se llama diversidad.
Aprendamos esto: la única minoría acá
es la del “heterosexual” obtuso con cada vez menos privilegios. Por nuestras venas corre otra sangre
y debemos sentirla correr con orgullo.
Somos distintas, como todos los hijos de la tierra.
Sólo es un poco de paciencia y seguir encontrándonos
cada vez que nos sea posible.
Contándonos nuestros dolores y nuestras alegrías.
Diciéndonos y escuchándonos. Acompañándonos.
Al lugar de víctima ya no lo ocupamos más.
Sólo ellos son víctimas de su miedo y su odio a la vida.
Que ellos practiquen su matanza.
Nosotras debemos seguir nutriendo y cumpliendo nuestro deseo.
Creen que pueden humillarnos y hacernos desistir.
Pero sólo ellos se humillan, los muy tontos.
Sus acciones nos enaltecen, nos dan fuerza,
Nos alimentan y nos enseñan palabras:
mientras ellos pierden el tiempo marginándonos
y asustándonos para que nos escondamos en cuevas,
nosotras aprendemos la palabra resistencia.
Nosotras no conocemos el cansancio.
Llevamos siglos así: aprendiendo a vivir nuestra identidad,
sin joderle la vida a nadie.
El pueblo travesti no va a pagar con la misma moneda.
Nosotras vamos a pagar siendo hijas de nuestra época.
Y revirtiendo esta historia de mierda.
Y sus asesinatos cobardes con ternura.
Porque la gran mayoría que somos como diversidad,
no conoce ese lenguaje triste que ellos hablan a la perfección.
Para ellos el lenguaje de la muerte.
Para nosotras, el lenguaje del amor.
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