Informe sobre ectoplasma animal

Reseña #257- Ensayo sobre Informe


 
Por Yamila Bêgné
De algunos libros debería decirse muy poco. Poquísimo. Casi nada. No porque no susciten pensamientos ni porque sean poco interesantes. Todo lo contrario. De algunos libros no debería decirse casi nada porque son como fantasmas, como intuiciones, como objetos que vemos por el rabillo del ojo: si queremos girar la cara y mirarlos más de cerca, desaparecen. Por eso, es mejor pensarlos a la distancia, como si fueran lugares en los que una vez estuvimos, pero hace mucho, muchísimo; como si fueran una canción que hace años escuchamos y de la que, ahora, ya no podemos decir nada con demasiada certeza pero que, de algún modo, seguimos escuchando adentro del oído. Esos libros se leen mejor cuando se leen menos; se leen más diáfanos cuando se leyeron hace mucho, como si las capas de tiempo entre la primera lectura y el pensamiento actual los envolvieran y los resguardaran de todo lo que no es ellos.
Informe sobre ectoplasma animal(Eterna cadencia, 2014) es un libro así. Por eso, cualquier intento de escribir sobre el libro ilustrado de Roque Larraquy y Diego Ontivero constituye un riesgo, cualquier intento de cercanía puede hacerlo desaparecer. Más que pensarlo como un ente narrativo lineal, más que sopesarlo y compararlo e inscribirlo en marcos, tradiciones y líneas más o menos estéticas, lo que tenemos que hacer es intuirlo: mirarlo con los ojos entreabiertos, escucharlo muy bajito. Lo único que debería pensarse sobre Informe sobre ectoplasma animal es por qué necesita ser pensado así: como sin pensarlo. Entonces.
Uno. Informe sobre ectoplasma animal es una pieza hecha de piezas. Pieza aquí quiere decir todo lo que pieza quiere decir: composición musical, unidad formal, y también habitación. Los veintitrés parágrafos del libro, divididos en cuatro secciones, pueden pensarse como habitaciones que arman, en conjunto, un espacio mayor: mayor pero, a la vez, indefinido. La paradoja es la siguiente: cada una de las habitaciones de Informe… es limitada y cerrada pero, sin embargo, el todo que forman es una edificación abierta, transparente, sin final: pura continuidad. Las pequeñas historias cerradas conforman una historia mayor, abierta.
Dos. Las criaturas que viven en las habitaciones de Informe son criaturas menores, como dijeron Deleuze y Guattari que fueron las de Kafka: cruzas entre lo vivo y lo muerto, entre lo animado y lo inanimado, entre lo visible y lo invisible. Fantasmas. Esta cualidad de los seres se traslada también (o empieza allí, quizás) a la forma genérica de cada habitación y del todo del libro. A la manera de las composiciones de Robert Walser, Informe… trabaja sobre los marcos de un género supuestamente extraliterario, el informe, y lo cala con ficción, desde adentro. De algún modo, Informe sobre ectoplasma animal responde a la siguiente pregunta: ¿cómo dar lugar a lo ficcional en un género burocrático? O, mejor, postula la siguiente pregunta retórica: ¿qué diferencia hay entre un informe y una novela?
Tres. Y en refuerzo de la apuesta por lo menor. La historia grande no se cuenta. Existe, está, pero la instancia de enunciación que surge del género informe no le da lugar lineal en la narración. La historia grande es un eco, un fantasma más que se forma en la cabeza del lector. La historia grande de Informe… tiene la misma cualidad que sus seres: aparece y desparece, centellea, está y no está: se la ve mejor cuando no se la ve. Allí están los personajes del libro, Solpe, Rubens y Heiss, que trabajan en la captación en plazas de cesio de los ectoplasmas animales; allí está también el trasfondo de la historia nacional; allí también la evolución meticulosa y amoral de una disciplina imaginaria, también los vaivenes de una relación marital y también los de un vínculo epistolar. En la historia grande hay todo eso pero el énfasis de la narración desdibuja esos núcleos, como si supiera que al borronearlos los saca del ámbito de la captación por lectura lineal y los mete enteros en el de la intuición post-lectora. Al contrario, el énfasis narrativo está puesto en las historias pequeñas: las de las muertes de los animales, las de sus conversiones a ectoplasma, las de los intentos particulares de los personajes por captar los fantasmas, las de cada una de las cartas, las de cada uno de los experimentos. Informe sobre ectoplasma animal avanza por impulso metonímico libre: la parte por el todo, sí, pero ese todo nunca llega a definirse por completo.
Cuatro. El mismo índice de libertad rige para el vínculo que, habitación por habitación, se va construyendo entre los dibujos de Ontivero y los textos de Larraquy. No hay ilustración de lo escrito con lo dibujado. Lo que ocurre, por suerte, es otra cosa. Los dibujos remarcan el carácter espacial del texto. Si Informe… trata la formación de una ciencia para la captación de lo fantasmal, uno podría seguir ese mismo movimiento y postular una disciplina que pudiera pasar a imagen la cualidad nuclear y a la vez inmaterial de un texto. Si esa disciplina existe, es la que vemos puesta en práctica en Informe sobre ectoplasma animal: los dibujos intuyen algo que, en el texto, permanece invisible.
Y cinco. Y sin cierre, porque un ensayo sobre un libro de este tipo no puede terminar con conclusiones. Cinco, entonces: lo más pequeño adentro de lo pequeño; lo menor adentro de lo menor. En cada habitación de Informe… hay una cosa chiquita que brilla muy tenue. A veces es una frase: “Quiere sentir el frío de estar muerto al aire libre”, o “Los espectros son pura superficie visible. La transparencia simultánea de todos sus secretos”. Otras veces es el ángulo que suma el título de un apartado, porque a veces parece jugarse allí la instancia de la gran historia, aquella que precisa de coordenadas espacio-temporales: “Caballos invertidos. Tornquist, 1940” o “Espectros artificiales. Lunes 1° de septiembre de 1930”. Y otras veces, entre muchos otros tipos de veces, lo que brilla tan suave es el doblez metaliterario y metacientífico que el libro de Larraquy y Ontivero da sobre sí mismo: a lo largo del libro, las referencias y reflexiones sobre los modos de ver, sobre cómo ejercer la mirada, sobre las formas de captación técnica de lo invisible van armando un entramado de hipótesis e ideas, de modo tal que Informe sobre ectoplasma animal también podrá leerse, en alguna otra oportunidad, como un tratado sobre la visión. O, más bien, sobre la visibilidad.

Informe sobre ectoplasma animal (2014)
Autores: Roque Larraquy y Diego Ontivero
Editorial: Eterna Cadencia
Género: novela

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