Por Luis García
La Argentina que se viene no es el desierto del cinismo banal y del autoflagelo neoliberal. No vuelven los 90. No nos confundamos, no cedamos tan rápido el terreno. Estamos aún bajo el efecto del shock, y las implicancias y consecuencias de lo que pasó las iremos sacando de a poco. Pero no nos apresuremos a confirmar el triunfalismo del enemigo, en un pesimismo escéptico muy cómodo en estos casos, el de las profecías autocumplidas. Sería cómodo pensar que el domingo se confirmó la tenaz pulsión política de muerte colectiva, y la imposibilidad de toda educación política de masas. Pero esa comodidad es la forma izquierdista de la inmemorial denigración de las masas. Si ya caímos en el error de menospreciar al enemigo, no caigamos ahora en el error simétrico de sobrevalorar su triunfo. La tarea es reconocer, atestiguar, cultivar y expandir todo lo que, en acto, desmiente ese triunfo, en cada rincón, en cada gesto, en cada palabra.
El obsceno editorial de La Nación de hoy llevaba a pensar en la dirección de la profecía autocumplida: no pasaron más que algunas horas desde el triunfo de Macri y ya lo querían todo. En la Argentina estamos siempre empezando de cero, no hay acumulación política, no hay transmisión de la experiencia. Pues no, la cosa no es así. Esta foto de los empleados repudiando el editorial del diario para el que trabajan, circulando apenas algunas horas después de que los poderes concentrados creían que ya podían exigir todo pues todo les pertenecía, es la imagen misma de la esperanza de este tiempo que se viene, es el inicio de este tiempo como tiempo agonístico. Es la supervivencia de la década ganada en un tiempo adverso. Esa supervivencia va a ser acecho, control, reclamo de justicia y renovación y recomposición de fuerzas. Los tiempos de la historia nos requieren atentos a las formas inesperadas de la memoria colectiva y sus lentos aprendizajes.
No hay retorno del menemato. No volvimos a los 90. No iniciamos la nueva marcha por el desierto neoliberal. No. Ningún desierto. En todo caso, hay una campaña de desertificación que se ha topado, desde el primer minuto, con un terreno selvático, con un auténtico bosque de símbolos. Los derechos conquistados, los saberes adquiridos, las experiencias atravesadas, las lenguas del sentido colectivo, están allí. La tarea va a ser confirmarlas en cada caso y bajo cada cielo. Como decía alguien por allí, más que de resistencia se trata de insistencia: la insistencia de ese país reempoderado cuya primera foto nos sorprende desde el nido mismo de la serpiente.
Por Luciana Cadahia: Vale, esta vez ha ganado el individualismo posesivo del goce neoliberal, la ficción del individuo sin fisuras que, por cierto, hace unos bailecitos un poco obscenos dignos de estudio. Pero apelar a ese recurso para lamentarnos y dar lugar a nuestro propio goce “ante ello” no me parece muy inteligente que digamos. Si nuestro discurso parte de la experiencia del horror, pues horror veremos por todos lados todo el tiempo. Y si cambiamos un poco el punto de vista? Desde otra perspectiva la cosa se pone interesante. Hemos logrado educar a la oligarquía. Por fin escogen la vía institucional para ejercer el poder. Esta vez no nos matan ni imponen un gobierno de facto. El senado y el congreso van a tener un rol muy importante durante estos años, junto a una ciudadanía altamente politizada. Habrá que apelar más a los imaginarios republicanos y ver cómo se conjuga con nuestra experiencia populista. No se olviden que una parte muy importante, casi la mitad, no tiene comprado el cuento del individualismo neoliberal. No les parece que somos muchos como para andar con tanta lamentaciones? Otros harán a dolorosa experiencia de ver que se mandaron una cagada. No sé, mi temperamento no se lleva muy bien con la experiencia del duelo, al menos en esta coyuntura. Ante el narcisismo de las lamentaciones prefiero más y más lucidez política….El gran aprendizaje, incluso a nivel latinoamericano, es ser capaces de continuar el proyecto en la adversidad, asimilando la existencia de un gobierno adverso, sin que eso suponga una desintegración infantil...
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