Ante la desesperanza

No hay ilustración de los pueblos, no existe algo así como una memoria colectiva que impide la llegada de lo peor, ese mito ilustrado desconoce la fuerza que tiene la compulsión a lo mismo (perfectamente disfrazado de cambio). Estamos fritos, la lengua nos socabó de una vez y para siempre la posibilidad de una síntesis, de una clausura de época, de un avance hacia otra cosa. Nos movemos constantemente entre la servidumbre voluntaria, la despotenciación y la banalidad.
Así comenzó el día después, y estoy seguro que muchos no lo querían o no sabían que, al votar a Macri, era el sentido común que efectivamente votaban. Bueno, no alcanza con no quererlo ni saberlo conscientemente. Hay que responsabilizarse por el inconsciente (ese saber que no se sabe que se sabe). Y eso exige un cuidado de sí, un levantamiento contra la propia estupidez e ignorancia, un recorrido tenaz por los vericuetos más oscuros de la propia historia. Lo cual es imposible en sólo 12 años (y a veces no alcanza una vida). Esto decía Ernesto Laclau en agosto de 2012 y hoy se resignifica, como nunca, de un modo trágico:
"La Argentina ha iniciado en 2003 un proceso emancipatorio que está conduciendo a una considerable expansión de la esfera pública y a la incorporación de numerosos sectores que tradicionalmente habían estado excluidos de ella. Este proceso de construcción de una hegemonía popular no podía darse, evidentemente, sin cambios fundamentales en el sistema institucional, cambios que han tenido lugar a través de una serie de medidas legislativas que están produciendo un desplazamiento progresivo en la relación de fuerzas entre los grupos. Todo esto debería culminar, en un futuro cercano, en una reforma constitucional" (…) "La defensa del orden institucional a cualquier precio, su transformación en un fetiche al que se rinde pleitesía desconectándolo del campo social que lo hizo posible, es la que gobierna al discurso antipopulista de los sectores dominantes"
Por Daniel Groisman

Vale, esta vez ha ganado el individualismo posesivo del goce neoliberal, la ficción del individuo sin fisuras que, por cierto, hace unos bailecitos un poco obscenos dignos de estudio. Pero apelar a ese recurso para lamentarnos y dar lugar a nuestro propio goce “ante ello” no me parece muy inteligente que digamos. Si nuestro discurso parte de la experiencia del horror, pues horror veremos por todos lados todo el tiempo. Y si cambiamos un poco el punto de vista? Desde otra perspectiva la cosa se pone interesante. Hemos logrado educar a la oligarquía. Por fin escogen la vía institucional para ejercer el poder. Esta vez no nos matan ni imponen un gobierno de facto. El senado y el congreso van a tener un rol muy importante durante estos años, junto a una ciudadanía altamente politizada. Habrá que apelar más a los imaginarios republicanos y ver cómo se conjuga con nuestra experiencia populista. No se olviden que una parte muy importante, casi la mitad, no tiene comprado el cuento del individualismo neoliberal. No les parece que somos muchos como para andar con tanta lamentaciones? Otros harán a dolorosa experiencia de ver que se mandaron una cagada. No sé, mi temperamento no se lleva muy bien con la experiencia del duelo, al menos en esta coyuntura. Ante el narcisismo de las lamentaciones prefiero más y más lucidez política….El gran aprendizaje, incluso a nivel latinoamericano, es ser capaces de continuar el proyecto en la adversidad, asimilando la existencia de un gobierno adverso, sin que eso suponga una desintegración infantil...
Por Luciana Cadahia


"La alternativa al neoliberalismo se llama conciencia" - José Saramago from ATTAC.TV on Vimeo.

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