Cuando decimos que Macri es peligroso, no lo decimos pensando en un monstruo cuyas raíces abrevan en el río del infierno, tampoco en Yago, en Macbeth, en Ricardo III, sino, por el contrario, pensando en su falta radical de raíces, en su condición de hongo que se expande por la superficie. Hannah Arendt retrató esta manifestación de nuestro tiempo en su libro sobre el juicio a Eichmann. El mal en la época de la técnica, decía, quizá ya no deba ser pensado en su condición diabólica (aunque también es posible) sino en su condición banal, es decir en su carencia de articulación con la capacidad del juicio. "Cuanto más se le escuchaba, dice Arendt sobre Eichmann, más evidente era que su incapacidad para hablar iba estrechamente ligada a su incapacidad para 'pensar'. No era posible establecer comunicación con él, no porque mintiera, sino porque estaba rodeado por la más segura de las protecciones contra las palabras y la presencia de otros".
Macri, en ese sentido, es preciso decirlo, es un subproducto de Eichmann, el hombre del cliché, el "búnker" y las frases hechas. Y “lo más grave, continúa diciendo Arendt, es precisamente que hay muchos hombres como él, y que estos hombres no son pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales”. Macri no es un monstruo, Macri es uno de los tipos más normales que se hayan visto jamás. De allí su peligro.
por Daniel Groisman
El aporte de Arendt resulta valioso para seguir pensando la otra cara de un discurso y una retorica que funciona sustrayendose de la batalla de ideas, de su caracter discursivo mismo. Y cuando se asoma aquella otra maquinaria politica, es ahi cuando triunfa su normalidad, en las pasiones: bronca, enojo visceral y crispación como animos conservadores que logran un realismo de la normalidad a-politica.
Martin De Mauro & WalterEgo 2015 / Copyleft
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