AVISO PARA NAVEGANTES. SOBRE CRÍTICA Y TEORÍA

Sostener que entre la crítica y la teoría no existe una gran diferencia es un despropósito. Afín a tantos que esta época y este lugar nos tienen acostumbrados. No es imposible aún tratar de diferenciar ambos términos.
 Crítica es poner límite a la experiencia. Es decir, es detener el mero existir en cuanto a las vivencias en las que estamos sumergidos: vivencias extra biológicas y económicas. Así desde un paisaje, una puesta de sol, como también aquello que no es naturaleza -un canto, danza, poema, relato, film-, que se nos presenta fenomenológicamente como un haz de sensaciones que no tienen más límites que lo sensible, es decir lo estético (“aesthesis”) en sentido anímico-biológico.
El ponerle límite a esa experiencia es detener el carro desenfrenado del deseo sensible para, tascando el freno, limitar (entender) ese haz de estallidos sensibles, auditivos, visuales, plásticos, etc.
 Obviamente la crítica tiene una faz aneja a la vida democrática donde cualquiera pude expresar su opinión (que no es la crítica, claro) en tanto y en cuanto le sea permitido esto por una empresa periodística o referida a los medios. Si no, tiene la tiza, ahora el aerosol, y, más aún, tiene este anejo de ambos llamado “facebook”, donde no por nada su entrada se llama “muro”.
La crítica puede ser ejercida por dos tipos de personas, una que se cree o a la que le hacen creer dotada para opinar subjetivamente de lo que ha visto, leído, oído y demás. Esto no es crítica sino una extensión de las campañas de alfabetización y empleadas por los medios masivos para rellenar sus páginas entre una publicidad y la otra.
 El que esto se haga en un “medio cultural”, diario, revista, lugar televisivo, lo que fuere, no cambia mucho la cosa. Significa por lo general una impresión subjetiva, sin conceptos, y para peor basada en una visión o lectura de varias décadas atrás. En cine esto es calamitoso. En lecturas directamente pesadillesco…
 Imaginemos por un momento si yo tuviera que analizar el relato “El tío Wigily en Connecticut” dotado tan solo por la impresión que tuve al leerlo por primera vez a los quince –circa- años. ¿Qué traería a este presente? Una presión en el plexo solar, eso que se llama emoción, sobre todo por lo desconocido, no solo autor, sino contexto, más que texto. Solo la emoción a flor de piel, y recordemos que la emoción la puede provocar, y más rotundamente, algo que nos choca o directamente abominamos. El sentir es un medio inútil para el juicio, como el amor o el odio que físicamente tanto se parecen…Es algo que nos “saca” -como dice lo que resta de sabiduría porteña-, refiriéndolo al prefijo “ex” latino: exceso, éxtasis… pero que nada hace a nuestro entendimiento. Si no a la ex/altación, mal estado para juzgar críticamente algo.
 Imaginemos ahora si cuando viera por primera vez “Psycho”, en la Sala Lugones, circa 1966, hubiera intentado en el viejo bar de enfrente, escribir o balbucear mis impresiones al respecto. ¿Qué resultado hubiéramos tenido? Una serie de retortijones sensibles, anacolutos, llantos y risas, en promiscuo montón. Seguramente -teníamos catorce años- hubiéramos recurrido a los más arteros golpes bajos de la falta de juicio estético, lo social y lo psicológico, una serie de refritos sentimentales o neutralizantes de lo sublime.
 La crítica -como en el adagio ya clásico para la escritura de un poema- debe ser también “una emoción recordada en la tranquilidad”. 
 La rapidez es lo que no puede admitirse en la crítica que, por lo general, es solo reseña. La que conviene además al pulpo periodístico que lo único que busca del cine, literatura, música, danza, juego del ludo o la ronda catonga es conseguir publicidad para el medio, que es su razón de ser, además de estar de acuerdo o en desacuerdo con el gobierno de turno, según convenga o le paguen.
 La teoría, en cambio, es volver o traducir en conceptos a ese “poner límites a la experiencia”. Tascado el carro -tanto de Arjuna como de Ben-Hur- debe verse qué hacer con esa detención y con esa quietud. Allí aparece o la teoría o el hobby. Allí surge el concepto o la simple y epidérmica filía. El lugar donde se ha detenido el carro puede ser, o pasar a ser de vergel y pampa verde a lóbrego erial donde solo el yuyo infausto crece y se prodiga.
 Continuará…

Por Angel Ferratta

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