"No se trata de reclamar nuestra (la de los Negros y Homosexuales) pertenencia a la humanidad renegando del primate. La nueva cara del racismo francés nos invita a ir más lejos, si no queremos reproducir las exclusiones y dividirnos… debemos coger los plátanos y subir a los arboles, hay que abrir todas las jaulas y deshacer todas las taxonomías para inventar, juntos, una política de monas"
¿Tenemos que reproducir siempre los mismos errores? Es una constante en la historia política: las clases dominantes buscan desplazar el antagonismo que podría acabar con su hegemonía, incitando a las clases dominadas a enfrentarse. Por ejemplo, como muestra el historiador Howard Zinn, en el territorio norteamericano durante los siglos XVIII y XIX, las elites coloniales azuzaron el odio entre las bajas clases sociales de Blancos pobres ingleses, alemanes o irlandeses que trabajaban como sirvientes, contra los indígenas, los sirvientes y los esclavos negros. Para ello, los colonos inventaron un sistema de representación, transmitido por el discurso científico y la cultura popular del vodevil y de la danza Blackface, según el cual los indios Americanos y los negros son biológicamente inferiores y consecuentemente no aptos para acceder a técnicas de gobierno. Embriagados por la epistemología racista, los obreros y sirvientes blancos transformaron sus energías de protesta en odio racial y ayudaron a los grandes propietarios a asegurar su hegemonía, no solamente sobre sus futuros trabajadores no blancos, sino también sobre ellos mismos, los trabajadores blancos pobres.
En la misma época, las feministas blancas que, a pesar de haber empezado su lucha contra la dominación sexual inspirada en parte por la "sociedad americana antiesclavista”, acabaron por excluir a las mujeres negras de sus convecciones. La militante negra Sojorner Truth se levantó contra ellas preguntándoles: "¿Acaso por que soy negra, no soy mujer?
Una revuelta con alianzas entre obreros y sirvientes blancos, Amerindios, Negros, una revuelta feminista transversal contra el régimen colonial era todavía posible en el siglo XVIII, y no solo habría cambiado la historia de los Estados Unidos de América, sino también la del mundo venidero. Pero, para ello, habría sido indispensable pensar la política fuera de las oposiciones identitarias creadas por la epistemología colonial y el hetero-capitalismo. Estamos, hoy, en Francia frente a un desplazamiento similar de las energías contestatarias y de las cristalizaciones identitarias salidas de las epistemologías coloniales. Como feministas o militantes por los derechos de los homosexuales y transexuales, estamos constantemente invitadas a oponernos a un islam supuestamente homófobo, a las mujeres con velo, pero también a las culturas no occidentales supuestamente portadoras de una forma ancestral de machismo. Las fuerzas del capitalismo financiero y las del nacionalismo identitario, auténticos legados de la política hetero colonial, pretenden de nuevo dividirnos y enfrentarnos.
La violencia de los discursos neonacionalistas puede paralizarnos, pero la forma de sus representaciones debería, en lugar de dividirnos, indicarnos el sentido hacia el cual extender nuestras alianzas democráticas.
Son los manifestantes contra el matrimonio homosexual que insultan a Christiane Taubira, llamándole mona y mostrándole plátanos. En las asambleas contra el matrimonio homosexual, estos manifestantes levantaban pancartas en las que se leía: " ¿y porque no casarse con los monos?" En todas las injurias, la figura del mono opera como un significante abyecto que sirve, por comparación, a excluir a emigrantes, no blancos y homosexuales de la especie humana y por lo tanto del proyecto nacional. En el "Systema Naturae" (1758) de Linné la nomenclatura Homo Sapiens que aún utilizamos hoy en día, no designa solamente la diferencia entre humanos y primates no humanos, sino que sirve más bien para naturalizar una relación política de dominación que asocia especie, raza y nación. La mona que reaparece hoy en las injurias hacia Taubira es la palanca epistemología de la razón colonial: la frontera entre el humano y el animal, entre lo masculino y lo femenino, la mona delimita el fin de la ética y justifica la política como guerra y apropiación. Como la mona, los Negros fueron considerados objetos, mercancías, maquinas vivientes y fuerzas puras de producción y reproducción. Como la mona, los homosexuales fueron pensados como sub humanos, indignos de pertenecer a la comunidad de los hombres, incapaces de integrarse en las instituciones sociales del matrimonio, la reproducción y la filiación. Como la mona, los Negros y los homosexuales debían ser dominados, domesticados, encerrados, usados, consumidos. La mona, no es nuestro otro, sino que más bien señala el horizonte de la futura democracia.
No se trata de reclamar nuestra (la de los Negros y Homosexuales) pertenencia a la humanidad renegando del primate. La nueva cara del racismo francés nos invita a ir más lejos, si no queremos reproducir las exclusiones y dividirnos. Hay que rehusar las clasificaciones que fundan la epistemología colonial. Hay que abrazar la animalidad a la cual somos constantemente referidos. Con el King Kong de Virginie Despentes, los gorilas de la Guerrila Girls, le Monkey de Basquiat, los monstruos de Donna Haraway, las mujeres simiescas de Ellu Strik, la Watermlon Woman de Cheryl Dnye… debemos coger los plátanos y subir a los arboles, hay que abrir todas las jaulas y deshacer todas las taxonomías para inventar, juntos, una política de monas.
Por Beatriz Preciado
*Texto traducido por PAROLE DE QUEER & Elisa Maury
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