Urbe et orbis


 "Los rascacielos, que como los árboles son protuberancias de la tierra alzadas al cielo, buscan con su imponente y viril altura enseñarle al mundo en el lenguaje arquitectónico cuánto capital se ha acumulado. Primos de los obeliscos y las torres han mutado su función social de una razón religiosa o militar, a una administrativa o comercial: tienen la misión de disponer en vertical numerosas superficies de apoyo para la producción en los de oficinas y el consumo en los edificios residenciales. Una ciudad como Nueva York (u hoy Tokio) es el modelo de un tipo de expansión espacial particular, novedosa, sin precedentes: estratificada, vertical, puntiaguda. Se toma consciencia de que el aire, la atmósfera intangible, invisible, indivisible e inaprensible puede convertirse en soporte para un crecimiento del territorio sin tierra, en una multiplicación abstracta de la superficie sin haber ocupado y cubierto ni un metro cuadrado más del valioso y disputado suelo. La biosfera comienza a modelarse en esta ciudad a través de los extensos pasillos que configuran los rascacielos, de los enormes laberintos de ladrillo, vidrio y concreto. Y la administración del espacio se realiza a través de otras dos operaciones típicamente económicas: la repetición y la acumulación. Cada piso estructuralmente idéntico a los demás y apilados verticalmente uno encima del otro, permiten la reproducción del sistema en muchos niveles simultáneamente. Así, ya no sólo Gea, sino también el piadoso y justo Eolo, hijo de Hípotes, también es objeto de la geometrización humana de las cosas"

Manuel Molina - Parataixs, Expansión

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