¿que valen nuestras vidas?

La última joven víctima de las balas policiales en Córdoba se llama Lautaro. Su mamá, Natalia.
Cuando fui a la conferencia de prensa el 3 de febrero pasado organizada por AMMAR, ya me golpeó sentirme nombrada de alguna manera en la realidad que había sufrido Natalia. Otra Natalia. Natalia Suárez. Trabajadora sexual, secuestrada, maltratada, deshidratada en manos de un tratante y del abandono y la complicidad estatal/policial. Desde mi cómoda silla en el salón del Cispren, tras la cámara de fotos, sentada en mis privilegios, Natalia -yo- escuchaba a Natalia -otra, no yo- que hablaba desde el dolor, la fortaleza y la denuncia. Hice lo que sé hacer, lo que pude. Escribir, difundir. Sentir impotencia.
Ayer su historia movió otra vez mis cimientos. Ayer una mujer policía asesinó de cuatro balazos por la espalda al hijo de Natalia. A Lautaro. No puedo explicar lo que esta coincidencia disparó también en mí. En estos días, en el que en cada aula en la que trabajo, en cada sala de profesorxs, en cada programa de "opinión", se discute el "derecho al linchamiento", se pone "a debate" la vida de los pibes, la muerte de Lautaro -el otro, no mi hijo, el hijo de Natalia, la otra, no yo- me dejó el dolor y el llanto a flor de piel. Lautaro tenía 16 años. Mi hijo, Lautaro, tiene 10.
Sé que nuestras/sus historias son distintas. Soy bien consciente de nuestros privilegios, por pertenencia de clase, por color de piel, por muchas razones. No puedo sentir en mis tripas el dolor que debe estar atravesando a Natalia, no a mí. Pero tengo esa sensación de un hueco el pecho. Y la obstinada certeza de que sus/nuestras vidas tienen el mismo valor que las nuestras/suyas. 
Sus/nuestros nombres, sus/nuestras vidas... Lautaro, Natalia...
por Natalia Di Marco

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