Ilustración: Sonia R. Arjonilla. Fuente: http://www. pikaramagazine.com/?p=6630
La sexualidad de las mujeres es definida desde el punto de vista de la satisfacción sexual de ellos, en términos de cómo les beneficiaban así como desde una mirada reproductivista. Freud defendía que las chicas una vez comenzaban a mantener relaciones sexuales con hombres debían dejar de tener orgasmos clitoridianos, orgasmos infantiles, propios de la adolescencia, para pasar a sentir el orgasmo más maduro que la vagina provocaba. Tras cientos de años de literatura que reconocía un único orgasmo femenino, el clitoridiano, Freud en 1905, declara que existen dos tipos de orgasmos, siendo el vaginal propio de las mujeres adultas al producirse el tránsito de la sensibilidad erógena desde el clítoris a la vagina. Teniendo en cuenta todo el conocimiento anatómico anterior cuesta creer que Freud, como médico experto de la época desconociera la evidencia de las escasas terminaciones nerviosas con las que cuenta la vagina frente a las numerosas enervaciones del clítoris. Como señala Laqueur enLa construcción del sexo, seguramente Freud era consciente de que no se fundamentaba realmente en concepciones fisiológicas cuando escribía con el “lenguaje de la biología” sobre la transferencia del placer en las mujeres en Los Tres Ensayos.
El padre del psicoanálisis y sus seguidores freudianos se inventan entonces la frigidez en los casos en los que la mujer no logra el orgasmo vaginal y prefiere el clitoridiano atribuyéndole la necesidad de ayuda psiquiátrica. El tratamiento psiquiátrico era la respuesta necesaria frente a su dificultad para amoldarse a su papel “natural” como mujer. Las sociedades patriarcales organizadas en términos de intereses masculinos no ha concebido nunca a las mujeres como seres independientes dueñas de sí, en ninguna de las facetas de la vida, no es sorprendente entonces que tampoco en el plano sexual sea considerada sujeto deseante, con deseo propio, con necesidades y derechos iguales en el acto sexual. Esto explica el elevado índice de la denominada frigidez en las mujeres. Explica que muchas mujeres crean que exista un problema psicológico en ellas basadas en hipótesis falsas sobre la propia biología femenina. Un problema que realmente no existe en la mayoría de los casos.
La realidad es que el clítoris es el foco de la sensibilidad sexual femenina y esta dotado de corpúsculos genitales o terminaciones nerviosas con cuya estimulación proporcionan la sensibilidad capaz de desembocar en el orgasmo. La vagina sin embargo apenas disfruta de terminaciones nerviosas al no estar destinada a lograr orgasmos sino a una serie de funciones relacionadas con la reproducción, como son la menstruación, la retención del semen y el parto. El interior de la vagina tiene escasa sensibilidad comprensible por ser el canal del parto en el caso de tener hijos. Si bien es cierto que existen muchas zonas erógenas, el único orgasmo que existe es el clitoridiano3, siendo todos los orgasmos prolongaciones de la sensación producida en esta área, y por lo tanto el mal llamado orgasmo vaginal no existe sino que se trata de una manera, tal vez más indirecta, de estimular el clítoris.
En otros capítulos quiero detenerme en el conocido como Punto G así como en las Glándulas de Skene y la eyaculación femenina que se está popularizando tanto. Adelanto, sin embargo, que desde mi punto de vista y mi breve investigación hasta el momento, no existiría un punto concreto sino más bien un área de la pared anterior de la vagina con mayor concentración de receptores que el resto. Y que de hecho si levantamos la piel de la vagina en las paredes laterales nos encontramos con los bulbos vestibulares del clítoris. En cuanto a las glándulas de Skene, al tejido que las rodea también es parte del clítoris.
Para terminar quiero aludir e insistir en un par de asuntos. Quisiera delatar la especie de jerarquía orgásmica que existe, tanto a la hora de establecer un ranquing entre las tipologías y formas de llegar al orgasmo, como en la idealización del orgasmo simultáneo en la pareja mediante el coito sin necesidad de estimulación clitoriana. También aludir a lo perverso del lenguaje que construye con los conceptos que crea o silencia patrones de conducta también en el sexo. Así, el estímulo del clítoris y las caricias, besos, roces y mimos en general son consideradas preliminares, sin un nombre propio que lo revalorice, de lo que vendrá posteriormente, lo válido, lo nombrado, (que curiosamente acaba con la eyaculación masculina). Nuestro compromiso es entonces desvelar el carácter machista que se cierne sobre la sexualidad femenina como forma de control ante el temor de pérdida de protagonismo y privilegio masculino.
Aceptar que el pene no juega un papel tan crucial en nuestro placer es un embate a las estructuras de poder androcéntricas. El lesbianismo, la masturbación o cualquier forma no coital de sexualidad suponen un desafío al almidonado molde falogocentrista.
Presiento que “el descrédito de nuestro clítoris tiene mucho q ver con lo poco que le conviene al modelo de sexualidad patriarcal, léase erección-coito-eyaculación” (Béjar, Sylvia, 2004, p. 94). El miedo a perder el protagonismo de los hombres en la relación sexual, que podría extrapolarse al resto de privilegios sociales lleva seguramente a que esta mirada androcéntrica prevalezca, a que la ocultación y control de la sexualidad de la mujer se mantenga.
Finalmente, y aunque he reiterado la importancia del clítoris en nuestro placer, no pretendo demarcar los placeres ni sublimar ningún órgano. Quedémonos con que lo importante no es la manera en la que llegamos al clímax sino el hecho de disfrutar. Existen numerosas formas de alcanzar el orgasmo y no es necesario privilegiar unas a otras, porque lo importante es tenerlos cuando se desea y sobre todo gozar, con o sin orgasmo, de la manera que sea. Se trata de disfrutar de nuestros cuerpos ampliando los estrechos márgenes del tristemente obsoleto modelo de sexualidad actual.
[1] Del otro miembro de la pareja sexual. Aún hoy lo hago a menudo.
[2] que por su localización, como sabemos, el coito, no necesariamente facilita su estimulación.
3 Decir esto no implica el No reconocimiento de diferentes formas de llegar al orgasmo: sexo anal, vaginal, etc. sino tan sólo la creencia en que finalmente es la estimulación más o menos directa del clítoris lo que lo provoca.
Bibliografía:
. The anatomy of the Clitoris. Helen O’Connell. From the Department of Urology, Royal Melbourne Hospital, Victoria, Australia, 2005.
. Tu sexo es tuyo, Sylvia de Béjar, Barcelona, 2004.
. El Mito del orgasmo vaginal. Anne Koedt, 1968.
. Making sex. Thomas Lacquer. Body and Gender From the Greeks to Freud. Harvard University Press. 1990
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