El 25 de febrero de 1833 fueron trasladados contra su voluntad a Francia cuatro orientales de la nación charrúa : Vaimacá Perú, Senaqué, Tacuabé, y Guyunusa.
El interés científico, si es que existió, duró muy poco y rápidamente los charrúas fueron cedidos por Francois de Curel, el responsable de su traslado forzoso a un circo para su exhibición. Es así que fueron tratados como si fueran animales, obligados a comer carne cruda y vivir en forma indigna, sometidos por la fuerza.
Estos compatriotas, integrantes de un pueblo con activa participación en las guerras de la independencia, dentro del Ejército Artiguista y la Cruzada Libertadora, y para quienes la vida era concebida sólo en libertad y en su tierra, en la inmensa llanura o en la espesura del monte criollo, no tuvieron muchas alternativas para defender su dignidad.
Abandonados a su suerte, sin nadie que se interesara por ellos, estos guerreros orientales de la Patria Vieja comenzaron su última batalla. Senaqué murió el 27 de julio de 1833, luego de cuatro días de agonía, el diagnóstico médico estableció fiebre de consumición originada por la desesperación, el aburrimiento y especialmente la nostalgia.
A fines de 1833 Vaimacá, el cacique, sigue la suerte de Senaqué. En setiembre de 1833 Guyunusa da a luz a una hija de Tacuabé. Todo hace suponer que el nacimiento de la hija llevó a los padres a aferrarse a la vida. Sin embargo la miseria, las privaciones y los malos tratos los acorralan.
La madre ingresa enferma el 22 de julio de 1834 al hotel Dieu de Lyon, falleciendo a las pocas horas. La situación era escandalosa y frente a denuncias, la policía francesa se decide a intervenir cuando ya era demasiado tarde.
En la ciudad de Lyon, Tacuabé logra huir con su hija dejando sin pistas a la policía. Según investigación periodística publicada por el diario El Día el 9 de octubre de 1938, existiría una familia francesa de Lyon que se dice descendiente de los indios Charrúas, no habiendo en la actualidad ninguna comprobación verídica de este hecho.
No es un asunto más, ni un homenaje cualquiera. Se trata del reconocimiento a un componente étnico muy importante de nuestra Nación. Se trata de asumir como sociedad la responsabilidad por aquellos cuyos derechos no supimos resguardar.
"Ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación vergonzosa para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta hoy han padecido por ser indianos..." José Artigas
El interés científico, si es que existió, duró muy poco y rápidamente los charrúas fueron cedidos por Francois de Curel, el responsable de su traslado forzoso a un circo para su exhibición. Es así que fueron tratados como si fueran animales, obligados a comer carne cruda y vivir en forma indigna, sometidos por la fuerza.
Estos compatriotas, integrantes de un pueblo con activa participación en las guerras de la independencia, dentro del Ejército Artiguista y la Cruzada Libertadora, y para quienes la vida era concebida sólo en libertad y en su tierra, en la inmensa llanura o en la espesura del monte criollo, no tuvieron muchas alternativas para defender su dignidad.
Abandonados a su suerte, sin nadie que se interesara por ellos, estos guerreros orientales de la Patria Vieja comenzaron su última batalla. Senaqué murió el 27 de julio de 1833, luego de cuatro días de agonía, el diagnóstico médico estableció fiebre de consumición originada por la desesperación, el aburrimiento y especialmente la nostalgia.
A fines de 1833 Vaimacá, el cacique, sigue la suerte de Senaqué. En setiembre de 1833 Guyunusa da a luz a una hija de Tacuabé. Todo hace suponer que el nacimiento de la hija llevó a los padres a aferrarse a la vida. Sin embargo la miseria, las privaciones y los malos tratos los acorralan.
La madre ingresa enferma el 22 de julio de 1834 al hotel Dieu de Lyon, falleciendo a las pocas horas. La situación era escandalosa y frente a denuncias, la policía francesa se decide a intervenir cuando ya era demasiado tarde.
En la ciudad de Lyon, Tacuabé logra huir con su hija dejando sin pistas a la policía. Según investigación periodística publicada por el diario El Día el 9 de octubre de 1938, existiría una familia francesa de Lyon que se dice descendiente de los indios Charrúas, no habiendo en la actualidad ninguna comprobación verídica de este hecho.
No es un asunto más, ni un homenaje cualquiera. Se trata del reconocimiento a un componente étnico muy importante de nuestra Nación. Se trata de asumir como sociedad la responsabilidad por aquellos cuyos derechos no supimos resguardar.
"Ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación vergonzosa para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta hoy han padecido por ser indianos..." José Artigas
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