"Ya soy vieja, pero todavía recuerdo lo que era
pasar por delante de los hombres cuando te deseaban
con la mirada, de una forma asquerosa o bella. Parimos
monstruos, parimos santos y parimos a todos
los que no son ni una cosa ni otra. A Jesús de Nazareth
y a Herodes. Todo tipo de bondad y de maldad
sale de entre nuestras piernas, y mientras somos jóvenes,
todo tipo de bondad y de maldad sueña con volver
a entrar allí"
John Berger, Lila y Flag
¿Celebrar?
POR: CATALINA RUIZ-NAVARRO
En el ascensor de mi edificio está pegado un cartel que dice “Gracias por tu gran sacrificio, por tu lucha diaria, por tu inagotable paciencia, el amor entregado, y por todo, te mereces lo mejor”. El breve cartelito resume todo lo que está mal con quienes “celebran” el día de la mujer.
El 8 de marzo poco a poco se ha ido convirtiendo en un día de la madre alterno en el que a todas las mujeres nos amenazan con regalarnos maquillaje (siempre podemos ser más bonitas), planchas y enseres del hogar (para hacer más fácil nuestro rol natural en la división del trabajo), flores (porque somos un bello órgano reproductivo) y un montón de “gracias” por nuestra paciencia (que usamos para tolerar los abusos de los hombres), nuestro “amor entregado” (incondicionalmente) y nuestro “gran sacrificio y lucha diaria”, lucha y sacrificio que no tendríamos que hacer si los hombres y las mujeres tuviéramos derechos iguales.
A todos los 8 de marzo llegamos con balances nefastos sobre la violencia a la mujer, la desigualdad laboral, y con un compendio de microataques de la vida diaria que tragamos como si fueran la cosa más natural. En la costa Caribe aún se usan palabras como ‘coya’ o ‘perra’ para tachar el prestigio de una mujer en todos los ámbitos de su vida. Tenemos que soportar miradas agresivamente lascivas como si fueran un cumplido caribeño “aquí miramos a las mujeres así”. No solo nos pagan menos, rara vez escuchan nuestras ideas y asumen que somos “muy emocionales” o que nuestra rabia o inconformidad es un efecto aturdidor de nuestras “locas e incomprensibles” hormonas. Con frecuencia nos ponen trabajos operativos y después las empresas se ufanan de que la mayoría de sus empleados son mujeres (en gran medida secretarias, señoras del aseo, y esas ‘cositas’ que jamás veremos haciendo a un hombre). En las salas de redacción vemos cómo nos alejan de temas ‘duros’ como política, y judicial, que pueden ser ‘muy peligrosos’. Y ni qué decir del que le grita a un grupo de chicas “por qué tan solitas” asumiendo que solo estamos acompañadas cuando vamos con un hombre.
Para añadir un estereotipo más, muchos dirán a este punto de la columna que les estoy dando cantaleta. No. Es importante repetir hasta el cansancio que la desigualdad de las mujeres es grave y afecta a toda la sociedad (a los hombres también) y que eso tiene que cambiar. Para eso se conmemora el 8 de marzo. Un sueldo justo para las mujeres sería un estímulo sin precedentes para la flácida economía; las mujeres van a gastar, y eso creará trabajo. Mujeres que puedan crecer de manera segura criarán hijos e hijas menos violentos, no pasarán los modelos aprendidos en una sociedad en permanente guerra en donde las mujeres no están seguras ni en espacio público ni dentro de sus casas.
El 8 de marzo es un día para conmemorar la lucha que han dado miles de mujeres antes que nosotras para que hoy, entre otras cosas, una mujer como yo pueda quejarse de que esa desigualdad continúe, en un periódico, y por escrito. Es cierto que hemos avanzado muchísimo y es importante apreciarlo, pero por ahora y ante la violencia e inequidad naturalizadas y rampantes, no hay mucho que celebrar.
@Catalinapordios
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