...y es que un fantasma recorre el mundo cacerolero, el fanatasma del comunismo. Pues bien, ha llegado el momento de oponer a esa idea fantasmática de comunistas que se comen a los chicos, la "profesión de fe" de un confeso comunista:

Consideraciones ético-políticas

[*] La poesía es irreductible a una simple expresión versificada del lenguaje. Lo es, asimismo, a una manifestación profana de un mágico palabrerío (poema). Ciertamente, y desde una perspectiva reaccionaria, se la puede considerar como el aura genial de los talentos únicos, pero se trata, más bien, de la expresión artística de un espíritu-alismo desesperado. Mas la poesía deviene subversiva cuando se va transformando en la intensa espiritualidad de una existencia artística. Hay que poetizar, pero a condición de vivir seriamente en nuestra poesía.

[*] “El trabajo es la fuente de toda cultura”. La inspiración no es otra cosa que la irrupción impetuosa de la pasión poética que altera nuestras emociones y hecha a volar nuestra imaginación. La creatividad, pues, descansa en la inspiración y en la improvisación. Pero el trabajo compositivo consiste en el esfuerzo de conjugar la creatividad con el desarrollo del talento. Por otra parte, para que el trabajo-laboral se convierta en una actividad atractiva, no hace falta rebajarlo a la condición de un simple juego. Para cultivarse por medio de la producción económica -además de hallarse socializadas las condiciones de la producción-, la misma debe desarrollarse con un carácter científico. Por lo demás, el socialismo (la articulación económico-política de sindicalismo, mutualismo, comunitarismo y cooperativismo) precisa de reemplazar la despótica disciplina laboral por la planificación democrática, la emulación y la diligencia.

[*] La vida privada es la familiarización de los individuos en desmedro de una vida activa ligada al quehacer de los “intereses generales”. La privacidad es, en el mismo sentido, la potestad de ahorrarse la “participación en los intereses generales” de la sociedad. El sistema familiar de la sociedad civil presiona a los individuos a recluirse en ese micromundo de la “felicidad doméstica” -es decir, en el idiotismo de la vida privada, la mezquindad conveniente del cálculo patrimonial y el “aburrimiento mortal” de las cargas matrimoniales-, al mismo tiempo que su Estado de derecho pisotea policialmente la intimidad de las personas en pos de garantizar la seguridad de sus vidas privadas. La abolición de la familia es, al mismo tiempo, la apropiación “de una nueva necesidad, la necesidad de la sociedad”, de las distintas formas de asociación “que a su vez tienen a la sociedad como fin”.

[*] Toda cultura –es decir, las formas en que los sujetos adquieren conciencia de su situación y resuelven su conducta- tiene sus formas proselitistas; sus teóricxs, sus agitadorxs y activistas (además, claro, de sus partidarios profesionales “puros”). La necesaria asociación de la clase revolucionaria va despertando una nueva necesidad; la de la autoeducación militante en la elegancia, la gentileza, la amabilidad, la cordialidad, la consideración y el respeto en el trato de unxs con otrxs (entendiendo la militancia como la contribución al desarrollo del movimiento social, en el ámbito que sea). Pero no tanto como el régimen imperativo de preceptos morales, normas protocolares, o reglas de etiqueta; sino más bien como el cultivo ético de aquellos principios elementales del compañerismo o la camaradería.

[*] “Lxs comunistas no predican ninguna moral”. Ni la de ellxs, ni la nuestra. Pues toda moralidad implica la heteronomía del individuo. La ética, por el contrario, consiste en la puesta en práctica de la individualidad, se trata de la expresión vital de la personalidad autónoma y no del despliegue de una moralidad “profunda y severa”. Por otra parte, el desarrollo del socialismo (por más estímulo y presión moral que precise ejercer en su efectivo devenir) no descansa tanto en el imperativo categórico de la solidaridad de clase, sino, más bien, en un mutualismo impuesto como una necesidad por las condiciones económico-políticas de la lucha de clases. Por fin, el socialismo precisa de la producción de manifestaciones vitales afirmativas; de una vida digna, creativa, intensa y apasionada. No tanto una vida de meras diversiones y practicas fáciles, sino del desarrollo de una vida activa, es decir, de una vida dinamizada en forma multifacética, intensa y prácticamente rica en sus relaciones mundanas.

[*] En la idiosincrasia comunista, el odio de clase se conjuga dialécticamente con el amor por la humanidad. Sectarixs son todxs aquellxs militantes que se han endurecido hasta casi no poder recuperar la ternura jamás. No solamente la paciencia es una virtud digna de cultivar por lxs revolucionarixs, sino también la franqueza, la sencillez, la jovialidad y la ternura. Por otra parte, el respeto, bien entendido, comienza por casa. Y es que para la “elevación espiritual” de lxs oprimidxs, ante todo hay que arrancarles su profundo sentido de la humildad, que no es más que la cualidad moral del auto-desprecio. La primera conquista revolucionaria debe ser el amor propio, conditio sine qua non de toda dignidad.

[*] Las pasiones son deseos intensos, tendiendo enérgicamente a la apropiación sensorial del mundo y su condición humana. Un ser apasionado es, fundamentalmente, un ser agonista, mas no necesariamente un fanático. El fanatismo se da cuando el sentido moral deviene en “una pasión de la cabeza”. Un fanático es necesariamente un sujeto autoritario, pero con la peculiaridad de que mezcla su autoritarismo con mandamientos morales; el maniqueísmo sectario es el “deber ser” de todo fanatismo. Por su parte, el fascismo implica -entre otras cosas- un culto romántico [impetuoso/eufórico/patético] al fanatismo. Pero más que una persona violenta, un fascista es un sujeto cruel, que siente un placer singular por la aplicación de tormentos espantosos y refinados (tortura). Un fascista no es un nihilista, más allá del goce por lo “intensamente histórico” de las masacres sin sentido que a veces parecen compartir.

[*] La moda es la industria del adorno en la que se articulan los sentidos de tener y parecer. Su arte consiste en la configuración y venta de diferentes looks, es decir, disfraces y poses de cualquier estilo para que los individuos puedan simular cualidades est-éticas que no poseen. Por su parte, la moral, en tanto que manifestación de las relaciones sociales extrañadas (el amor, la amistad, la familia, la clase -disfrute- etc.) sujeta el comportamiento de los individuos a un “deber ser” que, abstrayéndose, separándose de su individualidad concreta, lo disciplina y normaliza. El que lxs comunistas no defiendan ninguna moral significa, sencillamente, que el comunismo es un movimiento que procura la emancipación del individuo; por tanto, la emancipación de su capacidad individual de modelamiento ético.

[*] El problema de la libertad debe ser situado en el proceso de lucha de clases a fin de no dejarse engañar por una figuración abstracta de la misma. Dicho esquemáticamente; en una sociedad sin clases, las relaciones libertarias de producción se sostienen en el control comunitario de las condiciones materiales de existencia y en la determinación ética de los propios estilos de vida. Por otro lado -pero en un mismo sentido-, el amor libre implica la disolución de las ataduras matrimoniales y patrimoniales, tendiendo a realizarse como un“noviazgo prolongado”. Más que monógamo es exclusivista, pues no se trata de la mera libertad indiferenciada del deseo sexual -eros/lujuria/seducción-, sino de la pasión específica por alguien y la inclinación a vivir en intimidad con esx(s) novix(s). El amor (sexual) es una pasión en la que se conjugan el deseo erótico recíproco, con la simpatía mutua generada por inclinaciones comunes (la frivolidad burguesa no va más allá de la mera seducción). El cariño, más que un presupuesto, es un efecto que deriva del hecho de compartir la intimidad de esa vida mutuamente desarrollada. Por lo demás, el amor no es egoísta ni altruista, es una devoción apasionada que se manifiesta como el intenso deseo de afirmarse en la afirmación del ser amado.

[*] “Nadie combate la libertad; combate, a lo sumo, la libertad de lxs otrxs”. Desde una perspectiva ético-política moderna y contemporánea, por tanto, podemos distinguir el fascismo en todxs aquellxs para quienes las libertades sólo pueden existir como el“privilegio particular de algunxs” y no como la prerrogativa general de todxs y para todxs. Por su parte, el liberalismo es patente en quienes sostienen aquello de que “la libertad de unx, es el límite para la libertad de otrx” [libertad negativa]. Lxs comunistas, en cambio, se caracterizan por postular a la “libertad de cada unx como condición para la libertad de todxs” [libertad positiva].


Hipó-Tesis sobre el patriarcado, el feminismo y las relaciones genéricas

I- El patriarcado es un sistema de gobierno -más o menos despótico- de los varones sobre las mujeres, lxs niñxs y otros adultos minorizados y/o feminizados (Patriarca: jefe de familia/cabeza de tribu). El patriarcalismo es un régimen cultural -más o menos reglamentado- que sostiene y se fundamenta en el estatus inferior de las mujeres respecto de los varones, etc. En este orden de cosas, la noción de patrimonio refiere al primer germen de la propiedad, basado en la familia, donde la mujer y sus hijxs son en forma práctica o latente, esclavxs del marido. Por tanto, familia, en su sentido primitivo, no tenía relación con el vínculo conyugal de la pareja unida en matrimonio [cónyuges], o el lazo con sus hijxs, es decir, con su progenie real [herederxs]. “Famulus quiere decir esclavo doméstico, y la familia es el conjunto de los esclavos pertenecientes al mismo hombre”. En tal sentido, la noción primitiva de familia refiere a “la organización de cierto número de individuos libres y no libres, en [un grupo] sometido al poder paterno del jefe de ésta”.

II- La familia es una forma [patriarcal] de organización de la procreación, y/o la célula de poder moral de los poderes sociales de clase mediante los que se van configurando las relaciones sexuales de producción (el matrimonio es la comunidad conyugal entre los [dos] sexos para la procreación). Y siendo que puede considerarse al machismo como el ejercicio -material y simbólico- de la violencia patriarcal, es preciso considerar que se trata de una estructuración falocéntrica de la identidad (masculina). Es decir, su organización en torno al falo como órgano y símbolo de poder. Se trata, pues, del patriarcalismo bruto y rudimentario (lo que, de todas formas, no es un dato menor, puesto que se practica -como violencia moral y física- de manera informal y cotidianamente).

III- La alianza familiar actúa como una institución para la transmisión patrimonial y la regulación de las poblaciones (oikos-nomía). La familia privada es su forma molecular, basada en el matrimonio individual y en la monogamia. Por otro lado, el sistema familiar (moderno), presiona a los individuos a recluirse en ese micromundo de la “felicidad doméstica”, es decir, en el idiotismo de la vida privada, la mezquindad conveniente del cálculo patrimonial y el “aburrimiento mortal” de las cargas matrimoniales [“En cuanto los medios de producción pasen a ser propiedad común, la familia individual dejará de ser la unidad [oiko]nómica de la sociedad. La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de lxs hijxs también. La sociedad cuidará con el mismo esmero de todxs lxs hijxs, sean legítmxs o naturales”].

IV- La burguesía no puede prescindir de la familia por su condición de alianza patrimonial (“unidad que posee y hereda”), su importancia como poder cívico-moral (producción de la vida privada y organización nuclear para la moralización del proletariado) y como poder directo de sujeción de clase a través del servicio doméstico (intersexionalidad: el trabajo doméstico es mantenido también políticamente pero para una función económica, abaratar el coste de la fuerza de trabajo). El patriarcalismo y la heteronormatividad no parecen serle imprescindibles, pero la familia es un poder moral demasiado potente como para prescindir de él; es el soporte principal de su conservadurismo, el sostén fundamental de su vida privada.

V- La familia es la base oikonómica de toda la violencia de género (lo que se hace patente cuando las condiciones materiales de existencia en las que se vive empujan hacia su disolución, mientras que los dispositivos políticos presionan por su conservación). Las violaciones no son sino el “singular placer” de la crueldad machista. Técnicamente (y ateniéndonos sólo a la condición humana) un aborto no es más que la interrupción del proceso de formación de un zoon humano que viene desarrollándose en el seno de una mujer, y que es totalmente dependiente de ella. De nacer, este ser deviene en una persona física distinta y por completo independiente del cuerpo de su progenitora. La prohibición del aborto es, acaso, una expropiación [patriarcal] del “poder soberano” de las mujeres respecto de todo lo que se gesta en su propio cuerpo (“poder de vida y muerte”).

VI- En su articulación con el modo de producción capitalista el patriarcalismo tiene -en general- como efectos económicos, una desigualdad de salarios entre varones y mujeres que realizan un mismo trabajo, la doble jornada laboral que recae generalmente sobre las mujeres (y donde el trabajo doméstico se realiza -casi siempre- en forma gratuita) y una mayor explotación sexual de las mismas a través de la prostitución (y de la trata). En tal sentido, debe advertirse que la prostitución, en el capitalismo, aparece como una prestación de servicios. ¿Pero de qué tipo?. La prostitución es el oficio del servilismo sexual, y a través de la prostitución los actos sexuales devienen en una actividad vejatoria del sujeto prostituido. El servicio que presta el sujeto prostituido -particularmente las mujeres- es el de un servilismo “voluntario” para el disfrute de su prostituyente. Así, la tan mentada laboriosidad de este oficio servil no es más que el arte del envilecimiento a través de la actividad sexual. Sin más interlocución: la prostitución es una relación comercial –más o menos “consentida”- que convierte a los sujetos prostituidos en un “botín de la lujuria” ajena. Así las cosas, y más allá de su reglamentación, la prostitución está siempre configurada por ciertos niveles de “brutalidad sexual” -implícita y/o explícita- dictados por el mercado.

VII“La prostitución es sólo una expresión de la prostitución general del trabajador, (...)”. Por tanto, reconocer a lxs prostitutxs como trabajadorxs sexuales -en función de que puedan realizar su trabajo en condiciones de seguridad e higiene- es una necesidad impuesta que hay que aceptar relativamente (pues, efectivamente se trata de trabajadorxs productivxs en la medida que realizan su trabajo para producir plusvalor). Pero, por otra parte, la verdadera resistencia (sexual) comienza cuando lxs prostituidxs se organizan para abandonar ese trabajo particularmente vejatorio y denigrante (poco importa al movimiento socialista el que algunos grupos -apoyados intelectualmente por pequeñxs burguesxs neoliberales, “jóvenes conservadores” o adeptxs acríticxs del contractualismo- pretenden lograr la autonomía empresarial -ser sus propixs proxenetas- en el comercio de su sexualidad). Por fin, desde una perspectiva política ajena al maniqueísmo moralista en el que se debaten abolicionistas y reglamentaristas, la lucha libertaria contra la prostitución debe articularse permanentemente con la lucha revolucionaria por la “¡abolición del sistema de trabajo asalariado!”.

VIII- La mercantilización de la sexualidad [femenina] ha sido la clásica forma de erotización de las mercancías, y es en esta intersección en donde su fetichismo se asocia a los fetichismos sexuales (condición básica para el momento farmacopornográfico de explotación de la potentia gaudendi). Con esta alianza, una vez más, se potencia la “desvalorización del mundo humano” mediante la “valorización del mundo de las cosas”. Así, en tanto la manifestación más degradante de esta “enajenación genérica”, la prostitución [moderna] funciona como una institución social en “la que se advierte una considerable actividad para disminuir o debilitar” la intensidad de las “relaciones afectivas” (por lo demás se trata de una relación que niega las personalidades, sus gustos, etc.). En suma, la prostitución [capitalista] es siempre “baja” y empuja tanto a prostituyentes como a prostituidxs hacia “la abyección de la chusma”.

IX- El feminismo es la manera en que las mujeres burguesas se liberan del patriarcado sin perder sus femeninos privilegios de clase (lo mismo podría decirse para la lucha de algunos movimientos por la diversidad sexual contra la heteronormatividad). La burguesía no sólo prostituye figurativamente, a sus mujeres -situando su figura como símbolo de la prostitución universal del “bello sexo”-, sino que prostituye efectivamente [y por fuerza de las circunstancias] a una cierta cantidad de mujeres proletarizadas (el varón burgués disfruta de su dama y de su doméstica). Si el feminismo es, en cuanto a las mujeres de clase media, una forma limitada y contraproducente de liberación (liberalización y prostitución real y/o simbólica), para las mujeres proletarias no es más que una nueva forma de sujeción de clase a través del género (servicio doméstico). La mujer proletaria no padece tan sólo la opresión patriarcal, sino la dominación feminista. Si la interseccionalidad sirve para plantear algo, es para dar cuenta no tanto de las similitudes de opresión, como de las diferencias; en otras palabras, no tanto para aliar a las mujeres -todas- más allá de su clase (raza), sino para determinar la particularidad de su antagonismo (la dama burguesa se liberaliza, gracias a la sujeción doméstica de la mujer campesina-proletaria. El asunto sigue siendo económico, pero ya más centrado en las relaciones de clase).

X- El feminismo es un movimiento cívico que pelea por los derechos de todas las mujeres. Pero la lucha feminista por los derechos humanos solo ha podido “liberar” a las mujeres en tanto que burguesas. Es decir, la lucha por los derechos de la mujer produjo una hegemonía de las mujeres de la burguesía sobre las mujeres de las otras clases; mujeres sobre las que se descarga el peso oprobioso de la prostitución y a las que somete a la sujeción del servicio doméstico. Al mismo tiempo, esos derechos individuales de la burguesía colonizan a las mujeres de comunidades étnico-campesinas contribuyendo al minado de sus condiciones socio-comunitarias de vida. Por su parte, los movimientos de mujeres anarquistas y socialistas apuestan más por la abolición de la familia (no tanto por la domesticación/prostitución de los varones junto con las mujeres -guarderías públicas, escuelas-. Pero sí para que en la unión de parejas en concubinato no exista la superioridad masculina), en tanto que las mujeres cristianas -en “occidente”- han defendido en general su posición como amas de casa, etc. (y la mantención del patriarcado eclesiástico, afecta, desde luego, su condición de ciudadanas, etc.).

XI- Aceptando como cierto que “(...) el sexo femenino y el sexo masculino son ambos un género, un ser, un ser humano. (...)”, debemos asumir que lo que hace a la condición humana es su universalidad y por ello, su libertad. El ser humano no es un ser limitado a las determinaciones naturales de su especie, ni, por tanto, a su “relación genérica natural” (la relación del varón con la mujer), se trata, precisamente de un “ser genérico”, capaz de transformar inorgánicamente su naturaleza, es decir, de relacionarse “consigo mismo como con el género actual y vivo”. Y a pesar de Marx, lo que él suponía como una grosera utopía anarquista de “la humanidad hermafrodita”, es un devenir que hace parte de este proceso histórico de humanización en el que el ser humano “práctica y teóricamente convierte en objeto suyo al género”. En este contexto, las actuales luchas por la diversidad sexual implican una superación positiva, una vuelta de tuerca a la ya clásica lucha por “dar al hombre una real feminidad” y “a la mujer la real masculinidad”.

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