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Quienes teorizan de manera normativa sobre niñez y variación de género suelen dividir a l*s niñ*s cuya identidad y/o expresión de género varía de la norma en dos grandes grupos: el grupo de l*s que "desisten", y el grupo de l*s que "persisten".
Las estadísticas muestras que la mayor parte de l*s niñ*s que contradicen los estereotipos de género que les fueron impuestos al nacer "desisten", y pasan a comportarse como jóvenes y adult*s "normales", aunque un porcentaje de este grupo termina identificándose como gay o lesbiana (una desistencia muchos menos deseable que la heterosexualidad cis, pero desistencia al fin).
Un grupo menor de niñ*s "persisten" en su contradicción, llegando a des-identificarse con el sexo que se les dio al nacer en la juventud y/o la adultez. Este grupo incluye, además, a quienes llevan la contradicción al punto de reclamar la modificación quirúrgica y hormonal de su cuerpo.
En la Argentina suele celebrarse el acceso de las personas trans al reconocimiento legal de su identidad de genero (o de una identidad aproximada, puesto que la ley solo reconoce 2) y el acceso a modificaciones corporales (siempre y cuando se ajusten a las expectativas normativas acerca de qué es un cuerpo). Por lo general, esta celebración tiene como protagonistas a quienes "persistieron". De hecho, muchos fallos judiciales anteriores a la ley demandaban la comprobación pericial de la persistencia a lo largo del recorrido biográfico.
Esta comprensión de la identidad y la expresión de género en la adultez en términos de "persistencia" oculta la ferocidad con la que se promueve la "desistencia". Dicho de otra manera, la "persistencia" se reconoce y se premia porque, justamente, no queda más remedio -cuando ya se agotaron todos los demás.
La "desistencia" se promueve de muchas maneras -estigma, discriminación, violencia y, por supuesto, medicalización, incluyendo las llamadas "terapias de conversión". Todo, con tal que l*s niñ*s no crezcan y "cambien de sexo".
Durante los últimos días he leído y escuchado a mucha gente reclamando con urgencia una cirugía genital con el fin de evitar, precisamente, cualquier oportunidad corporal de "persistir". En ese reclamo trabaja una esperanza fuertemente transfóbica, que justifica la mutilación genital con tal de asegurar que una niña sea siempre una niña. La esperanza no es solo transfóbica, también es infundada. La "desistencia" no puede ser inscripta con un bisturí en la biografía de nadie, y la persistencia de la mutilación nunca ha definido la identidad de género de nadie.
Por Mauro Cabral
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