Tiempos que corren es el primer espectáculo de Hochman que se presenta en una carpa circense. Imagen: Guadalupe Lombardo |
El director y docente creó una puesta en escena minimalista y móvil compuesta por tres percheros, mucha ropa y perchas, que da lugar a un espectáculo lúdico con el espíritu circense que caracteriza a todos los trabajos de su compañía.
Cuando era espectador de circo y venía el Circo de Moscú a Buenos Aires, tenía un slogan, un lema que a mí me encantó. Decía: ‘Se presenta el Circo de Moscú. Como siempre, siempre distinto’”, recuerda ante Página/12 Gerardo Hochman, fundador de las compañías La Trup a principios de los ’90 y de La Arena un tiempo después. Hochman hace propio el lema que aprendió de chico, cuando iba a disfrutar del circo sentado en las gradas, como espectador: “De alguna manera, está ese espíritu en cada creación. A pesar de que el lenguaje es el mismo, tratamos de no repetirnos en la fórmula. El mejor elogio que podemos recibir es que el nuestro sea considerado un espectáculo original, y creo que en este caso volvimos a lograrlo”. Hochman habla sobre Tiempos que corren, la nueva creación de La Arena, en la que una puesta en escena minimalista y móvil compuesta por tres percheros, mucha ropa y perchas dará lugar a un espectáculo lúdico con el espíritu circense que caracteriza a todos sus trabajos.
El juego que habilita esta puesta en escena es acrobático: el vestirse y desvestirse de los personajes en cada uno de los cuadros de la obra no se realiza de la manera cotidiana, sino que “siempre es a través de alguna destreza que queda vestido o desvestido”, explica Hochman. La ropa “puede modificar la calidad del movimiento: en una escena, una mujer tiene un pie calzado con un borceguí pesado y el otro pie, desnudo. Ese borceguí le genera una dificultad, pero a pesar de ello hace maravillas con su cuerpo sin poder utilizar de una manera común el pie. La ropa puede funcionar como algo que te ancla, que te inhibe”. O puede modificar las actitudes de quien esté en escena: “Hay otra en la que tres personajes visten y desvisten a una mujer como vendedores de una gran tienda que quieren convencerla de llevarse esas prendas y van construyendo con esos vestidos diferentes personajes. Y esta persona va actuando en relación a la ropa que tiene. Acá la ropa funciona como una especie de disfraz, de máscara, que modifica el comportamiento”, adelanta.
–¿Cómo surgió la idea de Tiempos que corren?
–El disparador, la idea madre, fue una idea plástica: el juego con la ropa y los percheros. La imagen previa que tuve para llevarle al equipo de trabajo fue la de reemplazar los aparatos de circo tradicionales –los trapecios, las cuerdas, las básculas y los trampolines– simplemente con tres percheros en los que se cuelga la ropa. Aunque su aspecto es el de percheros comunes, están especialmente preparados para hacer acrobacias sobre ellos. De ahí salió. Llevó mucha investigación, y con Lucas (Condró, con quien realizó la puesta en escena) le asignamos a cada uno un elemento para que la investigue, la desarrolle y la juegue. Me apoyo mucho en los artistas con los que trabajo. Eso ya es una variable. Al no partir de un guión, no voy a buscar los actores o performers que me van a servir para tal papel, sino que al tener un grupo dado me apoyo mucho en lo que sé que cada uno puede darme. También tengo en cuenta los deseos del equipo. Esa es una variable siempre, no particularmente en este espectáculo.
–Este tipo de espectáculos, que tienen como impronta una fuerte presencia de lo circense pero también juegan la danza y el teatro, ¿generó un nuevo lenguaje artístico?
–Hay un lenguaje propio del circo, que tiene que ver con la acción circense, que se convierte en lenguaje cuando las destrezas son un medio para expresar y comunicar algo, y no aparecen de forma pura o deportiva, solamente para que admiren al artista por la habilidad que tiene. Puedo entrar al escenario y hacer cinco saltos mortales y es sólo un gesto espectacular, pero también puedo hacerlo y expresar algo o comunicar una idea con esos cinco mortales. Básicamente, este lenguaje tiene que ver con la necesidad de utilizar la técnica circense como un vehículo. Y también hay síntomas de que la sociedad lo recibe mejor: hay cada vez más público, más instancias para mostrar, como una rueda que empezó a girar y está girando bien.
–¿Y cómo se expresa esta mixtura en sus espectáculos? ¿Hay puntos en común con los trabajos anteriores?
–Este es un espectáculo que primero se experimenta y después se disfruta. Nuestros espectáculos no son herméticos, son metafóricos y poéticos, pero son esencialmente vivenciales, que a veces ni siquiera sirve contarlos. Se puede decir “andá a verlo porque me divertí, me emocioné” o cualquier otra cosa, pero no tiene sentido decir “había una persona que se doblaba y cuando giraba el pie para arriba tiraba el botín y lo atajaba en el aire”. Eso, contado, no es nada: la cuestión es estar ahí, sorprenderse y deslumbrarse con lo que sucede. Digo experimentar porque no es sólo presenciar simplemente, sino que intervienen todos los sentidos: la música tiene un rol importantísimo, incluso hemos trabajado con aromas. En general, los personajes aparecen de una manera muy transparente porque no hay mediación y eso genera una vivencia muy cercana con quien está ejecutando la escena. Son espectáculos que apuntan al disfrute. Nos sale mejor, nos sale peor, pero lo tenemos en cuenta. Es uno de nuestros motores. El circo es así.
A pesar de que la carpa es el “ámbito natural” circense, Tiempos que corren es el primer espectáculo de Hochman que fue creado para este tipo de escenarios. Aunque ya estuvieron con Travelling el año pasado en el Festival de Circo, “ésta es la primera vez que el espectáculo está pensado para más de un frente”. “Disfrutamos mucho la situación de estar trabajando en el templo del circo”, confiesa, y asegura que, para ellos, “tiene un gustito especial”: “Los artistas de la compañía nos formamos en escuelas. Entonces, nuestra práctica se dio no en carpa sino en teatros o espacios escénicos, y trabajar en el edificio que se identifica como el lugar en el que debe suceder este tipo de espectáculos es una forma de unir algo que se había desunido”, analiza. “Fue un impacto darnos cuenta de que la carpa de circo se creó por necesidad del espectáculo, y realmente te soluciona un montón de cosas que cuando trabajás en un teatro tenés que adaptarte. Son templos diferentes para ritos diferentes”, compara.
–Su trabajo es uno de los pioneros en lo que se denomina “Nuevo circo”. ¿Qué características tiene esta corriente y qué la diferencia del tradicional?
–A veces pareciera que tiene que ver con algo estético, o incluso con la estructura del espectáculo, y yo creo que lo único que lo diferencia es la intención en la creación, que es utilizar la técnica como un medio para expresar y comunicar. Básicamente es ésa, porque uno puede expresar y comunicar aun bajo una carpa, aun haciendo un espectáculo que no tenga una historia y que tenga números, aun con un presentador... Pero en un espectáculo de este nuevo lenguaje, ese presentador sería distinto. No se trata de renunciar o de rebelarse contra el edificio ni contra la estructura que tenía el espectáculo, ni siquiera sacrificar nivel técnico. Hace falta hacer triple mortal. Para que se llame circo tiene que ser difícil de hacer; si no, no hay circo. Sería nuevo, pero no circo (risas). El circo es el arte de lo difícil y a mí me gusta el triple salto mortal. La cuestión es: ese triple salto, ¿con qué intención está puesto sobre el escenario? ¿Para que me admiren porque lo hago y que me aplaudan por lo que soy? ¿O estoy usándolo como un vehículo para expresar y comunicar algo? Esa es la única diferencia. Después, si me visto con lentejuelas, igual que en el circo tradicional, eso no define nada.
* Tiempos que corren se presenta los viernes a las 21, los sábados a las 19 y 21, y los domingos a las 19 (hasta el 10 de abril) en el Polo Circo, Combate de los Pozos y Juan de Garay.
El lenguaje de La Arena
El nacimiento de la Compañía La Arena tiene sus raíces en otro grupo también fundada por Hochman, La Trup. “Es un camino que tiene que ver con la formación que tuve y con el descubrimiento de un lenguaje, con descubrir que con la acrobacia uno puede expresarse –evoca–. Descubrir un lenguaje le da a uno un poder enorme, que es poder hablar, organizar oraciones escénicas y, en el mejor de los casos, un gran párrafo (risas). Y este descubrimiento tiene que ver con la formación de uno.” El director afirma que con La Trup hizo una “selección” de artistas de circo callejeros. “De mis colegas –resalta–. Fue decir ‘en lugar de que cada uno esté en una plaza haciendo lo suyo, juntémonos y hagamos un espectáculo que estoy imaginando’.” Con ellos estrenó en el ’93 Emociones simples, el primer espectáculo circense en una sala teatral. Pero había algo que no funcionaba del todo bien: “Lo que pasó fue que no estaban formados en el lenguaje que quería desplegar en el escenario”, resalta. Por eso creó al año siguiente la escuela de circo La Arena, por “la necesidad de formar gente con la que compartir un código de trabajo, una ética y una filosofía, además de un lenguaje”. “Y una vez que hubo una camada de gente formada, armamos la Compañía La Arena”, que hizo su debut con el espectáculo Gala, estrenado en 1998.
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