las políticas del cuerpo cibernético


Beatriz Preciado

publicado en soft power:
01/12/2009 | Documentazioa | DocumentaciónPrograma 2009 |
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Ya lo he dicho más veces. La presencia de Beatriz Preciado en Soft Power era imprescindible y un asunto personal. Su trabajo -especialmente la linea de investigación iniciada con Testo Yonki- ha sido una de las mayores inspiraciones de este programa, una de las líneas de fuerza de mi “tesis curatorial”. Estas son notas tomadas durante su charla, transcritas más o menos tal cual.
“Testo yonki” es en parte el diario personal de Preciado durante el tiempo en el que se aplica testosterona en gel, en sobres de 50 mgs. La toma de testosterona sólo está permitida en el marco de un protocolo de reasignación de género en el que el/la pacientedebe ser diagnosticado como disfórica/o de género y aceptar todo un conjunto de procedimientos médicos y legales. En todo ello se manifiesta uno de las conceptos clave de la filosofía moderna: la injerencia del Estado en la definición del sujeto. De aquí la idea de que lo político pueda/deba ser pensado hoy, no solo como representación sino también como producción de subjetividad.
“Testo yonki” es, en conjunto, un ejercicio de práctica auto-cobaya como las realizadas por Freud (que experimenta con el uso de la cocaína desde el momento en que descubre su uso militar para reducir la fatiga de los soldados), porWalter Benjamin (en sus famosos “Diarios de haschisch”) o por William S. Burroughs (recogidas en el emblemático “Yonky”). Con su toma de testosterona, Preciado sitúa la experimentación con su propio cuerpo al margen del protocolo médico -en el que el lenguaje científico se presenta como una mitología impenetrable- y al margen de la legalidad del Estado -que monopoliza la decisión sobre quienes son sujetoslegítimos y quienes no y las condiciones en que se da este reconocimiento. Desde esta perspectiva, las sustancias que producen subjetividad (ya sean hormonas o sustancias legales o ilegales) son drogas fundamentalmente políticas.
En su aventura auto-cobaya Preciado empieza por investigar la historia de las hormonas. Estas no aparecen en el vocabulario médico hasta 1905 a partir de un estudio del médico británico Ernest Starling sobre las diferencias entre feminidad ymasculinidad. Según este estudio, la condición de hembra o macho se define por la presencia de una mayor o menos tasa de hormonas (masculinas o femeninas) en el cuerpo. Esto, que puede ser considerado como un descubrimiento, es también una invención: la invención de un nuevo modelo (social) de corporalidad inexistente hasta entonces. El trabajo de Starling transforma el modelo de corporalidad aceptado hasta esa fecha. Así, el cuerpo aparece como una entidad histórica, resultado de procesos discursivos que se van modificando a lo largo del tiempo.
Los experimentos de Starling, como los de otros investigadores de la época, se realizan con gallinas, lo que pone en evidencia una contradicción fundamental del pensamiento científico: todas las teorías clásicas sobre el género y la sexualidad se basan en la biología animal; sin embargo, la base misma del pensamiento modernos es precisamente la especificidad ontológica de lo humano. La dimensión política y social (que nos distingue de los animales) no es tomada en consideración en el conocimiento científico, que se empeña en estudiarnos como si fuéramos gallinas.
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Mientras que el cuerpo del siglo XIX es no-hormonal y pre-cibernético, el del siglo XX es radicalmente distinto. En su etimología, el término “hormona” remite a la idea de comunicación y flujo de información. Su aparición en el vocabulario médico coincide con la 1ª ola de desarrollo de los medios de transporte y comunicación. Supone una nueva forma de entender el cuerpo, más cercana a un sistema de telecomunicación o transmisión de información a distancia, como un circuito integrado, atravesado por flujos de información biológica que a su vez conectan con otros flujos: económicos, sociales o técnicos.
En la misma época surgen las primeras industrias farmacéuticas. Como necesitan procurarse grandes cantidades de hormonas para investigación, transformación y comercialización, tienden a instalarse cerca de los lugares en los que éstas (o más bien, la orina, que las contiene en dosis altas) son accesibles y gratuitas: al principio junto a zoológicos y mataderos, más adelante cerca de cárceles y psiquiátricos, escuelas y cuarteles. Es así como la historia del cuerpo hormonal es también la de la ciudad, cuyas espacialidades reproducen la organización productiva del cuerpo no sólo a nivel simbólico y discursivo (la ciudad como red de información) sino también técnico y económico.
A mediados del siglo XX, el filósofo francés Michel Foucault inaugura una forma nueva de pensar lo político al relacionarlo con las esferas de la vida y la subjetividad. Si en las sociedades pre-modernas el poder político del soberano reside en la capacidad de “dar la muerte”, en las organizaciones modernas que aparecen a finales del siglo XVIII (coincidiendo con las primeras revoluciones burguesas y los rudimentos de las futuras democracias como el estado de derecho y la separación de poderes), la esencia del poder político se transforma en una forma de poder disciplinario. Ya no es un poder vertical sino ramificado; ya no se trata de decidir la muerte sino de gestionar la vida. De ahí surge todo el entramado de instituciones educativas o sanitarias que regulan el ser ciudadano y definen el territorio de lo que Foucault llamará biopolítica: “el arte de gobernar los cuerpos libres”. [Aunque el término biopolítica se asocia con el pensamiento de Foucault, las primeras formas de organización de la vida en el sentido foucaultiano las desarrollaron los ideólogos nazis en la década de los 30. La inmunidad y la supervivencia del cuerpo ario exige la eliminación de todos los que no lo son].
Preciado sugiere que igual seguimos pensando las políticas de género sobre la base de un modelo pre-moderno y pre-cibernético que no hubiera asimilado la idea de la corporalidad como una entidad histórica y un circuito de informaciones interconectadas que se inscriben en el cuerpo y la sexualidad. Si la política es el lugar de los acuerdos, esos acuerdos pueden ser discutidos y modificados. ¿Cuál es el acuerdo político que deseamos para nuestros cuerpos y sexualidades? ¿Podemos imaginar políticas de género que incorporen la idea del cuerpo como cyborg tecno-social?
[Preciado dijo muchas más cosas y todo esto lo explicó mucho mejor. En un momento simplemente se me cayó el boli y preferí escuchar].

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