publicado originalmente en IMPENSAR(NOS)
Quien se funde en un destino se encuentra en un mismo plano
con aquellos que lo comparten.
La experiencia de la amistad es el más dulce efecto
de una disciplina así. “Considero una conquista
haber hecho alianza y amistad con algunos corazones
abnegados capaces de grandes afecciones y grandes sacrificios,
esa es una fuerza que no tiene todo el mundo”. Así como
el amor despunta en la cloaca romántica, la amistad forma
parte de las alegrías blanquistas.
Es esa rara forma de afección donde
el horizonte del mundo no se pierde.
“La amistad”, dice Hannah Arendt,
“no es íntimamente personal, porque plantea exigencias políticas
y permanece referida al mundo”.
Ahí, los seres se pertenecen los unos a los otros en el elemento libre,
es decir: que se pertenecen en la medida en que cada uno pertenece
siempre-ya a un destino.
Si en su Lelius, Cicerón debe advertir contra los peligros
de secesión que la amistad
encierra para la Ciudad, es porque un mundo inicuo,
una sociedad detestable,
no se olvidan en la amistad tanto como en
los sofocantes arrebatos del amor.
Y no sólo eso: esta tiene, además, muchas posibilidades de volverse
contra un mundo así, contra una tal sociedad.
Para decirlo bruscamente: toda amistad se encuentra hoy,
de algún modo, en guerra con el orden imperial, o no es más que un engaño.
con aquellos que lo comparten.
La experiencia de la amistad es el más dulce efecto
de una disciplina así. “Considero una conquista
haber hecho alianza y amistad con algunos corazones
abnegados capaces de grandes afecciones y grandes sacrificios,
esa es una fuerza que no tiene todo el mundo”. Así como
el amor despunta en la cloaca romántica, la amistad forma
parte de las alegrías blanquistas.
Es esa rara forma de afección donde
el horizonte del mundo no se pierde.
“La amistad”, dice Hannah Arendt,
“no es íntimamente personal, porque plantea exigencias políticas
y permanece referida al mundo”.
Ahí, los seres se pertenecen los unos a los otros en el elemento libre,
es decir: que se pertenecen en la medida en que cada uno pertenece
siempre-ya a un destino.
Si en su Lelius, Cicerón debe advertir contra los peligros
de secesión que la amistad
encierra para la Ciudad, es porque un mundo inicuo,
una sociedad detestable,
no se olvidan en la amistad tanto como en
los sofocantes arrebatos del amor.
Y no sólo eso: esta tiene, además, muchas posibilidades de volverse
contra un mundo así, contra una tal sociedad.
Para decirlo bruscamente: toda amistad se encuentra hoy,
de algún modo, en guerra con el orden imperial, o no es más que un engaño.
Llamamientos y otros fogonazos (Tiqqun)
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