Roberto Sanchez: sandro.

¿un mito medi-ático?
Del ícono rocker posguerra de la Argentina populista (de Elvis argento a Bolero Falaz), a la figura romatica en blanco y negro, pasando por su astral debut norteamericano y panamericano, Sandro es un ícono intempestivo, de donde viene su contemporánea inactualidad, de porque su mito jamás presente, porque su desfazaje mediático y sus gruppies generaciones lo aclaman en su más público presente?. El dilema de su fallecimiento se resumen en su evaluación estética política nuevamente, en sus actos de promiscua intimidad bien resguardada entre bombachones y discreta falta de salud?. ¿ De donde el misterio rocker romántico Sandro?. ¿Por qué rendirle culto, hacer de su figura un mito como puro presente? Cuando vendrán las evaluaciones con altaneria y sus lados más oscuros, sus penumbras y matices, para cuando la circo-analítica tomará a Roberto Sanchez como subjeto de estudium?
Copyleft 2009 / WalterEgo, Juliet Rucovsky y Martin De Mauro



Blanco y negro y color

Sandro es un recuerdo en blanco y negro: en los ’70, los domingos televisivos de alto rating incluían casi siempre alguna peli del Gitano, pelis que eran bebidas con emoción, con fruición, por madres y hermanas que morían por el cantante de labios gruesos y pelo en pecho. Playboy, Isidoro de carne y hueso, Sandro era cheronca, ganador, con su auto deportivo o haciendo de agente secreto. A veces las historias encerraban una extraña moralina para alguien con semejante perfil, loco despreocupado que de pronto tenía una enfermedad mortal y descubría que había tenido una vida disoluta, inútil. Pero la mayoría de las veces jugaba el papel que más le gustaba, y le sentaba bien. Las canciones de Sandro respondían a un calculado salto del origen rockero a la seducción de las masas a través del romanticismo más explícito.


Sandro es un recuerdo en color: la discoteca familiar abundaba en vinilos del Gitano. En una época de sobres únicos, antes de sumergirse en las tapas desplegables de Sgt. Pepper o The Dark Side of the Moon, uno se encontraba con ese Espectacular en rojo brillante que se abría y lo mostraba en foto gigante y pose desafiante, gesto recio y traje de cuero con el pecho abierto. No podía menos que reconocérsele la valentía. El problema eran las canciones: Sandro era un personaje ciertamente simpático, pero para los jóvenes en explosión hormonal y rockera no había manera de conectar con sus jadeos. Aunque tuviera un pasado rocker, Sandro era para las chicas amantes de lo meloso.
Ayer, Sandro se convirtió en recuerdo, recuerdo a secas. La saga de estos últimos días buscó contribuir a la leyenda, quiso que contra todo pronóstico, contra toda realidad médica, el Gitano iba a vencerlo todo, salir de Mendoza, protagonizar otro acto heroico. No pudo ser. Las nenas, las que iban al cine y veían las repeticiones en TV, las que agotaban sus discos y le tiraban bombachas en los shows, no pueden, no quieren creerlo. Sandro es blanco y negro y es color y, contra toda diferencia estilística que uno pueda tener con su arte, es aquello tan claro que no se discute: uno de esos ídolos populares cuya muerte detiene los relojes.
Aparecido en Página 12 (link)
Por Eduardo Fabregat



Comentarios