Amor (quinta parte)


Respuesta de Marcelo Soto a las cartas de Beatriz Preciado y Virginia Despentes sobre “el amor es heterosexual”
El articulo de Javier Saéz, El amor es heterosexual, es un artículo teórico y un aviso para caminantes, polémico como muchas cosas de Javi, y la reacción que ha desencadenado es relativamente normal. Pero no entiendo esa reacción. Y todavía menos por parte de Beatriz Preciado, que en Manifiesto Contrasexual pedía que se prohibiera el matrimonio, mientras Javier y yo nos estábamos casando (o registrando de pareja de hecho, que era lo único que había entonces). Leímos el Manifiesto y no nos sentimos “afectados” ni sentimos descalificada nuestra relación. O a lo mejor sí, aunque no fuéramos tan importantes como Sprinkle o Despentes. Pero por lo menos no nos sentimos ni tan afectados ni tan descalificados. Quiero decir que Javier ha sido un compañero buenísimo durante los siete largos años que estuvimos juntos: el amado perfecto, cariñoso, sentimental, afectivo, mimoso, y que he vivido con él uno de los amores más hermosos que nadie pueda tener. Perdón, no lo “quiero decir”, es que lo digo a voces. Así dicho, con la misma palabra: amor. Me gustaría que Beatriz pensara mientras digo esto en el amor que ella tenía en aquel momento. Y ahora tener que leer que Javier, precisamente Javier, quiere ver muertas a las lesbianas simplemente porque ha habido un problema semántico, me da más que miedo. No sé a quién demonios le está hablando Virginie Despentes, pero desde luego a Javier Sáez no es: ni lo conoce ni lo ha conocido nunca ni tiene por qué conocerle. ¿Pero a quién le habla Beatriz? Vamos, que yo me estoy casando y celebrando de una forma “ritual” mi relación con Javier Sáez, y en eso momento leemos a Beatriz y su petición de prohibición inmediata de todo tipo de matrimonio, y decimos “mira lo que dice Beatriz, esto hay que pensarlo”... Y ahora me encuentro con un ataque personal de Beatriz a Javier, y además moviendo a toda su industria, justo por decir más o menos lo mismo que ella… Vamos, por lo que más quieras, Beatriz: toma tierra y piensa. Javier vivía por y para ese tipo de relación -llámesele amor o pareja o hasta matrimonio- que ahora Beatriz Preciado defiende con una rabia inusitada, precisamente contra él, contra Javier, no contra lo que ella haya vivido o tenido, sino contra Javier. Y yo es que me parto de la risa por no llorar… Tuvimos él y yo largas conversaciones sobre esa idea de Beatriz de prohibir completamente el matrimonio, una idea ni tan cañera ni tan sorprendente ni tan original porque media teoría queer llevaba diciéndola no sé cuánto tiempo, y en su momento Javier y yo relativizamos y ahondamos y pensamos en lo que decía y nos lo aplicamos…

No tengo la menor idea de qué tipo de buenas vibraciones luminosas y buenrollistas se están montando ahora en el entorno de Beatriz, pero Javier y yo teníamos las nuestras… Y no atacamos entonces el libro de Beatriz, no escribimos para decir que quería ver muertas a todos los mujeres hombres maricas bollos casados, que es de lo que le acusa la pareja de Beatriz, Virginia, precisamente la directora de “Fóllame”. Al contrario, celebramos el Manifiesto como un libro fundamental… Pero a pesar de eso, ahora, muy pocos años después, voy y me desayuno con esto que Virginie y Beatriz dejan caer, así como muy ofendidas personalmente. Yo no entiendo nada y, perdonadme, pero esto no es un juego limpio, me pongo a buscar intereses por todas partes, a intentar entender. Y desde luego por la teoría no me sale nada: el planteamiento sobre la validez del matrimonio, sobre lo que la cultura occidental ha llamado amor prácticamente desde el siglo XII, no es que haya estado en la teoría queer de las narices, es que ha estado en cualquier reflexión literaria o artística o narrativa o filosófica desde entonces hasta ahora, por ejemplo en el Manifiesto Contrasexual… ¿Entonces qué pasa? ¿Que estamos ante una nueva gurú del flower power que va cambiando su mirada según sea el movimiento ideológico que más le conviene cada año? ¿O ante la apóstol queer que de repente se tira al cuello de Javier, mientras le dice que lo quiere, a ver si así consigue hacerse todavía más apóstol o hasta pasar a mesías queer? No quiero pensar eso, no quiero que sea eso y esa no es la imagen que quiero tener de Beatriz ¿O estamos ante alguien que se ha asustado precisamente porque ha vivido hace muy poco lo terrible y lo dañino que puede llegar a ser el amor, exactamente como indica el artículo? ¿O ante alguien que, como todo el mundo, no está seguro al cien por cien de la forma en la que vivimos, sobre todo cuando la forma de vivir ya le ha jugado, como a todos nosotros, unas cuantas malas pasadas? El artículo de Sáez cabrea por lo mismo que Fóllame de Virginie Despentes cabreaba a los críticos: porque refleja sin querer ser amable muchos conflictos propios que no queremos ver. Si al poder no le gusta lo que refleja el espejo, ¿qué suele hacer?: pues romper el espejo, lo mismo que la crítica hizo con Virginie y lo mismo que Virginie está haciendo ahora. Eso es microfascismo. Es como si sólo hubiéramos vivido después de los dos últimos versos de Non, Je ne regrette rien y nos obligaran a compartirlos mediante denuncia exaltada y amenaza de exclusión social en plan vigilar y castigar. Tenemos que compartir por exigencia del grupo todo el ideario sentimental de la canción de Piaf: nos han pasado cosas horribles a las que en su momento llamamos amor, pero no importa, eso no era amor que me equivoqué, pero aunque me equivoqué, no me arrepiente de nada y además, barro todo el pasado, nuestro amor ya no tiene genealogía ni historia y le decimos al nuevo o a la nueva, Aujourd'hui, ça commence avec toi... Y ay de la que nos recuerde algo, o de la que intente pensar por qué nos pudieron pasar a cualquiera de nosotros esas movidas, y ay de la que intente hablar sobre en qué laberinto cultural nos podemos meter con esto de santificar el amor: le zampamos para empezar esa carta de Virginia Despentes y esa rectificación de las Medeak y todo el arsenal ideológico que haga falta. Quiero explicar, quiero entender esta mala baba (¿era eso lo de baboseo?), pero las razones me van dando igual, porque todo esto me recuerda espantosamente a las reacciones contra la gente que niega la religión verdadera, o la existencia de dios, o que blasfema contra el santo nombre, o que no se acaba de creer del todo lo que se dice en la misa. El último tabú no parece ser el amor, sino pensar sobre el amor de una forma no religiosa. Y las respuestas parecen peligrosamente las del sínodo de obispos ante una blasfemia. O las de un tribunal de inquisición ante una lectura “equivocada” del libro santo. ¡Si es que lo de agradecer Testo Yonqui a Jodorowsky parece que ha acabado endeudando demasiado a Beatriz! Igual que el buenrollismo de Disney, las respuestas a El amor es heterosexual me suenan a microfascismo ¿Y por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Que a lo mejor resulta que a la profeta le ha dejado de gustar Javier Sáez? Y perdóname por llamarte así, Beatriz, pero todo esto me suena a un rollo como de alumnos de los maestros ascendidos… De hecho lo del artículo modificado de Medeak, me da muchísima risa: cambiar de un día para otro un comentario crítico pero amable sobre el texto para convertirlo en esa sarta de malas interpretaciones y además hacerlo justo después de las cartas de las líderes. En fin, es de traca. O más bien, de hoguera: los muchos años conviviendo con verdugos me ha dado, como a muchísima gente, una capacidad muy poco heterosexual y muy poco blanca: sé reconocer una jauría en cuanto la huelo de lejos. Y esto lo es. Si la teoría queer o la ex-teoría queer, o lo que quiera que sea esto, sigue así: yo me apunto a la Cienciología o a los Niños de Dios o al Opus o a algo menos nocivo.

Y una cosa más: ya he dicho que Javier está intentando expresar simplemente en el texto la necesidad de una genealogía del amor. Pero del árbol caído todos hacen leña: tirarse sobre Javier de esta forma y en un momento como el actual, después de la durísima muerte de Paco Vidarte, justo en medio de la enfermedad por la que está pasando precisamente el hombre que Javier ama, y hacerlo además únicamente por ahondar un planteamiento teórico que lleva repitiéndose muchísimo tiempo, me parece ruin, cruel, alejadísimo del buenrollismo happy que se quiere aparentar. En estos momentos veo muchísimo más necesaria que una genealogía del amor, una genealogía de la caza de brujas.

No conozco a Virginie y me reservo la opinión sobre las razones de su carta, aunque las tengo, por supuesto. Pero Beatriz, por lo que más quieras, a ti si te conozco, y te he leído y creo que hasta te he querido: pon los pies en el suelo de una vez, toma tierra… Aunque sea con rituales.

Marcelo Soto, ex-marido.

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