Foucault o Deleuze: placer o deseo


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Podemos leer la filosofía de Foucault como un programa antinormalizador. Del mismo modo, y en una sintonía similar -partiendo de los mismos presupuestos antiuniversalistas- a la filosofía de Deleuze como una programa anticontrolador. En algún punto podemos plantear una secuencia lógica de la siguiente manera:
  • Foucault: 1) Norma - 2) Forma - 3) Placer.
  • Deleuze: 1) Control - 2) Haecceidad - 3) Deseo.
Si Foucault es el filósofo del placer (su uso) como modo resistencia a la sociedad normalizadora -y disciplinaria-, Deleuze es el filósofo del deseo como modo de resistencia a la sociedad de control -y fascista-. En algún sentido, el pensamiento deleuziano es el continuador del proyecto foucaultiano. En gran medida la sociedad disciplinaria que Foucault describe alcanza su esplendor durante el siglo XVIII y parte del siglo XIX, ya entrado el siglo XX progresivamente avanzamos hacia un control no disciplinario -es decir, no matrizando los cuerpos dóciles y productivos. Un control sutil y omnipresente, que nos coloca como consumidores. Control que todavía implica ciertos dispositivos símil panóptico -cámaras de vigilancia, huellas dactilares, bases de datos, targetización del marketing, etc-.

La tentativa de Deleuze es plantear estrategias -inmanentes, anárquicas, antirepresentativas- para huir, evadir o resistir al control. Del mismo modo que Foucault dio cuenta de la estética de la existencia -la moral de la forma griega y romana- como resistencia a la normalización, en Deleuze esto se da a través de la producción de la diferencia permanente y múltiple -la repetición de lo mismo sería el control perpetuo, una de las claves de su texto central Diferencia y repetición (1967)-.

(a la derecha: Deleuze. En el medio, atrás: Foucault y Sartre)

En el texto Deseo y placer, Deleuze marca sus diferencias con Foucault:

1.

La última vez que nosotros nos hemos visto Michel me dijo, con mucha gentileza y afecto, aproximadamente: yo no puedo soportar la palabra deseo, incluso si vos la usas de otro modo; yo no puedo impedirme pensar o vivir que deseo = falta, o que deseo se llama reprimido. Michel agrega: ahora bien, aquello que yo llamo "placer" es tal vez lo que vos denominás "deseo", pero de todos modos yo tengo necesidad de otra palabra que deseo.

2.

Evidentemente, por una vez más, es otra cosa que una cuestión de palabras. Porque yo, a mi turno, casi no soporto la palabra "placer". Pero, ¿por qué? Para mí, deseo no comporta ninguna falta; esto no es para nada un dato natural, no comporta más que un agenciamiento de heterogéneos que funciona; es proceso, contrariamente a estructura o génesis; es afecto, contrariamente a sentimiento; es haecceidad (individualidad de un día, de una estación, de una vida), contrariamente a subjetividad; es acontecimiento, contrariamente a cosa o persona.

3.

Yo no puedo dar al placer ningún valor positivo, porque me parece que el placer interrumpe el proceso inmanente del deseo; el placer me parece que está del lado de los estratos y la organización (...) Yo me digo que no es casualidad si Michel atribuye una cierta importancia a Sade y yo, al contrario, a Masoch. No alcanza con decir que yo soy masoquista y Michel, sádico. Está bien, pero no es verdad. Lo que me interesa en Masoch no son los dolores sino la idea de que el placer viene a interrumpir la positividad del deseo y la constitución del campo de inmanencia.


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Siendo ambos anti-psicoanalíticos (es evidente), tanto Foucault como Deleuze apuntan a lo mismo: otorgarnos herramientas para la resistencia a la norma y el control. El primero, desde la forma -el placer, Michel es un hedonista-; el segundo, desde la diferencia creadora que permite fugar al control. Huir. Desterritorializar.

Escrito y publicado por Filósofo prêt-à-porter


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