polo polo polo

Un tardío pero merecido homenaje a Polo Polosecki, quien fuera quizás el flaneur de Buenos Aires(la reina del plata de un principado vacío), geógrafo de tierras ignotas, sucuchos inexplorados, pasajes oscuros y misteriosos, Polo detective de la noche, periodista de la calle


3 de diciembre de 2008: 12 años sin Fabián Polosecki (Polo)

Va un sencillo homenaje para uno de los referentes que tenemos los que hacemos periodismo. Un tipo ejemplar, una persona íntegra, con una profesión y militancia también ejemplar, porteño –aunque de porteño no tenía nada– llegó a decir que hacía antiperiodismo. Fue militante del Partido Comunista en su juventud y luego se distanció mucho. Conservó un grupo de gente del cine, la literatura y la historieta, con quienes hablaba temas en común, y llegó a realizar dos ciclos de televisión que marcaron un antes y un después: El otro lado y El visitante, que se transmitían por ATC.
Después de Polo, claro, siguió la cáscara, la basura, lo trucho, los herederos, los que que se hacen los marginales, los que quieren vivir de las historias negras, utilizar a la gente.
Hoy, 12 años después, sus programas tienen una vigencia importante.
Y sus valores políticos y personales son un camino a seguir. Un ser humano excepcional, con sus buenas y malas, pero con mucha riqueza.
Polo venía del periodismo gráfico: trabajó en Radiolandia, Página/12, Fierro, Sur; un tipo acostumbrado a la redacción, a quien le llegó la oportunidad de trabajar en televisión de casualidad, al no tener trabajo y para hacer una prueba. Quedó para hacer un micro en un programa nocturno que conducía Roberto Pettinato por ATC. El micro cobró una identidad que superó al programa. Eran historias de gente común, como por ejemplo la entrevista a un portero de un albergue transitorio. Lo marginal tampoco estaba muy desarrollado por esa época en televisión. Después, con su programa, fue parte de un equipo del cual era la cabeza. Por ejemplo, tomaba el tema de los matarifes, y eran 45 minutos charlando con tipos que se dedican a pegarle martillazos en la cabeza a las vacas. Con la edición, el diálogo y el carisma que tenía, lograba sacar cosas espectaculares como que le cuenten las dificultades que tenían para explicarles la profesión a sus hijos o que soñaban que las vacas se vengaban de ellos. Todo esto en una época en que el zapping era la moda, y los Pergolini se reían de los viejos y los Tinelli hacían cámaras ocultas.
Polo era una aldea en la que todos se querían resguardar, por lo menos quienes no querían ver eso.
Polo decía: “Si voy a hacer una nota a alguien que hace windsurf no le digo: Mire, esto es windsurf”, sino que vas y dejás que los demás cuenten. La estrella es el entrevistado, no el entrevistador. Después, la lógica se dio al revés. Lo importante es Gastón Pauls yendo a la villa y estando en pose una y otra vez, o ahora los carilindos que también la visitan y los sacan a piedrazos porque la gente no come vidrio y está podrida de todos estos caretas.
Con Polo, lo importante eran las historias y la gente que se animaba a contarlas.
Desde este puñado de líneas, va este pequeño homenaje, porque Polo no se murió, porque Polo está más vivo que nunca, y hay que reivindicarlo, una y otra vez, ante tantos otros muertos en vida, que hacen que la televisión sea algo penosamente insoportable.
Walter Marini

("hay momentos en que uno, que se yo, quisiera llenar todo el mar de flores")

-Gracias Walter Marini por presentarme el mundo de Polo-

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