Mi vecino



No es que odie a mi vecino. Es que su cadencia, su modo de andar, su sonrisa, sus saludos matinales, me inspiran desconfianza. Sospecho en sus rutinarias visitas a la iglesia del Barrio (apenas a cuadra y media de distancia) una secreta violencia. Un odio oculto a la humanidad toda, se realiza en uno y cada uno de sus actos bondadosos, en su modo ordenado y pulcro de llevar las cosas. El olor y el color de sus camisetas, sus bermudas y sus peinados, sé que algo ocultan detrás de esos condesciendes “hola, ¿cómo estas?”. Supongo que el hijo menor de este matrimonio de contiguos habitantes de mi barrio, es el prototipo de niño calmo, malcriado, sumamente protegido, Boyscout regular y jugador de futbol no sobresaliente (pero si bien vestido con el correspondiente conjunto de ropa deportiva).

No por caer en una evaluación moral, no por condenarlos societariamente, mis recelos están en su cristianismo infundado, en su amor sacrosanto a la humanidad que me da calambres. La mirada ordenadora con la que llevan su mundo, con la que se distancian de uno y cada uno de los seres y humanos (pensando bien profundamente: nosotros que rezamos a diario, que hacemos las cosas ordenada y correctamente, nosotros que cumplimos metodicamente los diez mandamientos, nosotros somo diferentes a ellos, en algun momento el señor nos recompensará).

*Por recomendación e inspiraciòn Bullet Park de John Cheever.
Copyleft 2009 / WalterEgo y Martin De Mauro

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