1810 La revolución de Mayo vivida por los negros

Segunda Parte Negros en Buenos Aires (págs. 129-130)

La gran estafa de la Primera Junta: genio y figura
Durante varios meses, luego de agotadoras tertulias que se realizaban en el Cabildo de la Ciudad, frente a la Plaza de Buenos Aires, vecinos y cabildantes craneaban el plan infantil de liberarse de la Corona española. Votaron y seleccionaron a un grupo de vecinos patricios con fuertes inclinaciones humanas y revolucionarias. A este grupete, a esta juntada de vándalos –eso eran en realidad-, a estos individuos de dudosa reputación, se los conoció con el nombre de Primera Junta Libertadora de Gobierno. Aquí están, estos son, otra vez de nuevo, Cornelio Saavedra, presi; en carácter de secretarios, los abogados de Mariano Moreno y Juan José Paso. Y como vocales completan la lista Manuel Belgrano y su primo Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu.
¿Qué tendrán en común un milico, un abogado, dos comerciantes y un sacerdote?. ¡Todo! Son la representación del poder en todas sus manifestaciones. El abogado, la ley; el milico, las armas; los comerciantes, el capital; el sacerdote, la Iglesia. Ya lo decía el general Perón, “gobernar es hacer equilibrio con los poderes”. Con esta tonta reflexión ya podemos imaginar que junta de vándalos era esta Primera Junta. Representaban al poder y querían seguir representándolo. Solo que eran unos medio pelo, porque el poder lo tenía la Corona española. Toda revolución es eso: un cambio de poderes, un traspaso de cintita presidencial, un libre comercio para pocos. No querían el poder para el pueblo, sino para gobernar ellos. Esta revolución fue una farsa, me hubiera gustado que la Corona siguiera gobernando. ¡Que nos domine un extraño antes que el propio hermano! Pues al extraño lo podemos destruir, ¿pero qué carajo hacemos con el propio hermano?.

Washington Cucurto
(Edit.Emecé, Buenos Aires 2008).

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