Guerrilla


Oigo a las campanas sonar en mi jardín. Mis gusanos se mueven. No se si amarte o dispararte. No se si seguir ciego o viajar en busca de mi reflejo en espejos lejanos, donde no hay nadie observando detrás de ellos. No se si seguir alimentando a mi guerra de guerrillas o declarar la rendición incondicional de mi carne y dejar que mis gusanos se conviertan en mariposas y mis huesos en algas. Se que puedo ganar, y cuando caiga la luz, fumarme un cigarro barato en el umbral. Se que puedo no odiarte ni envidiarte con intensidad asesina. Se que puedo dejar de caminar en medio de la nada y cerrar puertas. Se que cuando no tengo nada, no me molesta perder todavía un poco más. Se que estás ahí, porque pese a ser un fantasma todavía te huelo en la hora azul. Recuerdo todos y cada uno de tus fantásticos detalles, palabras y respuestas. Me excito. Y, aunque esté en la autopista del arrepentimiento, en el fondo de la botella te cojo con todas mis fuerzas.

Oigo a las campanas sonar en mi jardín. Mis gusanos se sacuden. No se si amarlos o matarlos. Harto de no poder con miedos y verdades me declaré la guerra y me construí un disfraz. Harto de no creer y no poder cumplir ni el más simple de mis deseos, liberé a los demonios. Sabía que estaban ahí. Siempre vivos. Siempre susurrando. Nunca quise escucharlos. Como castigo les vomitaba rectitud y soberbia. Sus gritos y llantos de agonía y furia causados por mi férrea voluntad me divertían sádicamente. Me mofé de los débiles. Pasaron mil años y sin embargo la protectora rutina y las agujas opiáceas del reloj me traicionaron. Como una gota que se desprende, perdí mis imponentes montañas e infinitos ríos, abismales océanos y tormentas pasajeras. Sangré para que la utopía viviera, pero, me fue imposible sostener sus murallas. Monstruos corrían a los gritos y a las carcajadas por los pasillos más oscuros de mi cuerpo y mente. Me navegaron y poco a poco me conquistaron. Me dieron todo lo que necesitaba. Todo. Pasaron mil años y sin embargo mi piel desprendía el perfume del miedo.

Oigo a las campanas sonar en mi jardín. Mis gusanos se parten. No se si rendirme y amarme o vencer y matarme. Esta guerrilla no tiene pies ni cabeza.
Oigo a las campanas sonar en mi jardín. Mis gusanos se convirtieron en mariposas y mis huesos en algas.


F.H.P

Copyleft 2008 / Francisco Papalini

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