El enigma Bolívar



1-El enigma Bolívar o

como cortar la barba al viejo Marx [1]


Puesto que no hay lecturas inocentes, En efecto, si, por una parte,

empecemos por confesar Marx ignoró a América Latina,

de que lecturas somos culpables América Latina estuvo lejos de

Louis Althusser ignorar a Marx.

Emilio de Ípola

Desde la profunda incomprensión que se vislumbra en el panfleto sobre Simón Bolívar de Karl Marx hasta los grandilocuentes desencuentros de un marxismo toscamente mecanicista y economicista durante el transcurso del S.XX; el enigma de un posible marxismo latinoamericano merodea el intento de reformulación del mismo, lo cual motiva el desafío precedente. Esto implica pensar entre reflejos desplazados, atendiendo el fermento marxista y la eterna querella de la pregunta por lo latinoamericano. El presente ensayo tiene por arriesgo ocurrente el hacer dialogar mundos, aparentemente más cercanos que distantes -ponerlos en sintonía-, en el laberíntico proyecto de la traducción de un esquema a otro sin por ello pecar de reduccionistas.

Utilizo el concepto en el sentido gramsciano de “traducibilidad” de los lenguajes y que se refiere a la posibilidad de algunos experimentos históricos, políticos y sociales, de encontrar una equivalencia en otras realidades. (Aricó, 2005:50). Es decir, estas notas evitan -de algún modo- reducir unilateralmente un esquema a la realidad del otro. Un comienzo constructivo -que supere el controvertido dictum hegeliano: pueblos sin historia- es aquel signado por estos desplazamientos semánticos, metamorfosis fragmentadas en pensamientos y movimientos sociales utópicos retrasplantados en América.

En cuanto al espejismo eurocéntrico como dispositivo distorsionante -el espejo donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsionada señala Aníbal Quijano (2000: 201-246) - el marxismo adherido a sus más ciegas convicciones dogmáticas y positivistas no vio sencillamente un componente de decisiva importancia en el proceso de transformación del capitalismo en sistema mundial (Aricó,1988: 57), el llamado circuito comercial del Atlántico: lo que comprende en parte el moderno/colonialismo principalmente hispánico, portugués y sajón en América. Es a partir de ello, que en el preciso análisis detenido de la obra marxiana, no hay una profunda separación entre la verdadera preocupación de Marx por el 'capitalismo desarrollado' frente al 'capitalismo colonial’ -como lo indica J. Aricó (1988: 55)-.

¿Por qué Marx en América Latina a pesar del desencuentro? ¿Por qué esta hermenéutica de lo social y no otra?. En parte se debe a la cola del diablo en América latina, esto es el fermento Gramsci-Mariátegui en nuestras latitudes. Y en particular el pensamiento socialista argentino el cual también nos aventaja en la capacidad de iluminar el abordaje de construcciones sobre las diversas comunidades nacionales. Es por ello que los recorridos cartográficos de J. M. Aricó son ineludibles: es aquí donde hago uso de su itinerario y derrotero por el intempestivo socialismo argentino.

Vale decir, esta operación coiffeur (de cómo cortar la barba al viejo Marx) es legítima en un doble sentido. Como aporte de estas dos esferas encontradas, el marxismo se re-figura como posibilidad de cuestionarse a sí mismo, de disputar su núcleo axiomático en otras palabras: la vitalidad de sus crisis, su permanente adecuación crítica, a partir de aquello que se le escapa constantemente; y por su parte el pensamiento nacional y latinoamericano se enriquece desde este enfoque -atendiendo a sus múltiples pliegues y repliegues- en su construcción como tal y por cierto problemática, así postulemos al marxismo como uno de sus principales interlocutores al interior de la tradición de ‘pensamiento americanista’.

Lecturas culpables

Debes usar tus dones en la tarea de aplicar las técnicas poéticas y narrativas que nuestros escritores consagraron como válidas. Sólo que ellos se valieron de esas herramientas para describir nuestra realidad, y tú debes describir la tuya.

Leo Masliah – Carta a un escritor latinoamericano


El enigma Bolívar lo situamos justamente en la textualidad cartográfica de Marx. América Latina como devenir de un desencuentro precisamente allí, en la producción marxiana y sus itinerarios. Este es justamente el examen de Aricó que seguiremos a continuación:

En principio, etiquetar unilateralmente a Karl Marx dentro del esquema interpretativo de europeismo es un error metodológico-antihistoricista- que disuelve sus recorridos, diferencias, virajes y perspectivas diversas, en una nomenclatura homogénea y ambigua de un pensamiento por principio sutilmente matizado.

Por lo mismo cabe preguntarse, ¿Por qué Marx considera que Simón Bolívar es el verdadero Soulouque, o mejor dicho un tipo de dictador bonapartista (Aricó, 1982: 116-117).2 El panfleto de Bolívar y Ponte (Marx-Engels, 1970:145-161), trata de la reducción del fenómeno bolivariano a un ejemplo más de bonapartismo (Aricó, 1982: 119-120). En otros términos, una viciosa personalización por parte de un Marx apasionadamente polemista que es contradictoria con su propio método de análisis. Abandona el análisis más penetrante de las determinaciones económicas y materiales, y se concentra en cambio en las ambiciones militares, datos biográficos y geográficos, etc. De igual modo abstrajo la figura de Bolívar -o “las desventuras de un falso héroe”- lo que se negó de hecho a analizar en la realidad latinoamericana: las elites criollas y las fuerzas sociales en pugna e igualmente el proceso independentista como ‘puntos de fuga’ en su desarrollo.

Un interesante ejemplo en que se funda estas críticas más refractarias es el ‘Discurso al Congreso constituyente de Bolivia’ redactado por Bolívar en la ciudad de Lima el 25 de mayo de 1825, en el cual proclamó el llamado Código Boliviano:

El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo; y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden, sin tener por esto acción. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie dañe. (Bolivar, 2007)

Los elementos en los que más repara y descalifica el filósofo de Tréveris no constituyen la abdicación a la esclavitud o la libertad de culto religioso -deliberadamente anti inquisitivas- vinculada a la religión oficial de estado. Por contrario se focaliza en el prominente bonapartismo y autoritarismo que por cierto no agota el proyecto bolivariano. Esta oclusión corre el riesgo (no del todo conciente) de ser incomprensiva de las fuerzas actuantes ante la guerra de independencia, desconociendo por lo mismo la riqueza del proceso independentista y los ideales emancipatorios que lo motivaban; siendo que dicho proyecto se dirimía en el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten: la tiranía y la anarquía. (Bolivar, 2007).

Aricó remarca una serie de fronteras que signaron el contexto histórico-social del bolivarismo:

Entre la disgregación política y social y la voluntad revolucionaria de imponer un orden que pudiera asegurar la libertad de los individuos (…) frente a las diversas opciones en que se fragmentaba el movimiento independentista colocado ante una inabarcable heterogeneidad de la realidad continental (…) y habida cuenta de la hostilidad creciente hacia el radicalismo político que dominaba a las élites gobernantes latinoamericanas desde 1815 en adelante. (Aricó, 1982:135).

A partir de estos sucesos históricos es que Bolívar se esforzó por llevar a cabo un proyecto basado en dos ideales para la constitución de un estado moderno: la primera apuntaba a la formación de una nacionalidad geográficamente extendida -la gran nación andina o federación panamericana-. La segunda pugnaba por el establecimiento del orden político y social, con el propósito de que la anarquía (…) -léase uno de los monstruosos enemigos en combate- propia del proceso independentista no acabara por invalidar el progreso económico y por someter a los pueblos a una tiranía (…) -recordemos éste es el otro enemigo- contra la cual la revolución se había alzado. (Aricó, 1982:136)

Semejante unidad espiritual y política se asume como solución del torbellino de la disgregación y el desorden, en base al cual reside la posibilidad de organización nacional y la imposición de un poder fuertemente centralizado3 tal como lo representa el susodicho Código Boliviano -y la forma odiosamente bonapartista del mismo-.

Las características de este orden nacional, aceptado por las elites locales, sería capaz de asegurar una representación legitimada y segura a cada una de las fuerzas sociales en pugna. La virtuosidad republicana de los dirigentes aseguraría que el sistema no se desplazara hacia las formas opresivas de la libertad ciudadana (…) (Aricó, 1982:137)

Es por todo esto que debemos confesar de qué lecturas somos culpables. Desde luego que, el oriundo mantuano -del Marquesado Ponte- Bolívar, marcó una separación geopolítica con Europa en el proceso de formación de una conciencia criolla -postcolonial y nacional-. Tal hemos indicado, este es uno de los paradójicos ‘puntos ciegos’ en los que no reparó Marx. Pero también conviene atender que esta separación era simultáneamente una constitución escindida, que se vivió (y todavía hoy se vive) como doble conciencia aunque no se reconoció ni se reconoce como tal, se reconoció en cambio en la homogeneidad del imaginario nacional. (Mignolo, 2000:63-65 ) Simón Bolívar y Ponte, y por su parte Thomas Jefferson negaron a Europa (España e Inglaterra respectivamente) pero no la Europeidad. (…) la separación con Europa era, al mismo tiempo, motivada por el saberse y sentirse, en última instancia, europeos en los márgenes, europeos que no eran pero que en el fondo querían serlo. (Mignolo, 2000:70) Negaron Europa entonces, desde la simultánea separación y fidelidad de sentirse españoles americanos ( J. P. Viscardo y Guzmán, 1998).

Viejos amores y oftalmología hegeliana

Puedo garantizarte sin ninguna clase de romanticismo que estoy enamorado de pies

a cabeza, de la forma más seria que imaginarte puedas.

Karl, Marx sobre su situación con Jenny von Westphalen

Estamos naturalmente tentados a excusar a Marx al pensar, que él no poseía otras fuentes a su disposición en el momento en que redacto su artículo en la New American Cyclopaedia (Vol. 3, enero de 1858). Sin embargo, como bien sabemos a partir de lo expuesto por Aricó no fue por el desconocimiento de datos imprescindibles ni por haber tenido al alcance de la mano sólo fuentes tendenciosas por lo que la actitud personal y política de Marx fue tan violentamente antibolivariana, sino por su radical discrepancia con respecto a la visión, a las metas y los actos antidemocráticos de Bolívar. (Aricó, 1982: 124). Estamos frente a consideraciones políticas previas, y a las caracterizaciones del proceso independentista de las que Marx fue partícipe, que no son directamente deducibles de las fuentes con las que contaba o abiertamente ignoraba.4 En todo caso estas consideraciones políticas responden a un Hegel de nuevo redivivo (Aricó, 1982: 97), en donde emergen y reaparecen de modo solapado líneas de pensamiento netamente hegelianas.Una de ellas se vincula con la noción, que previamente mencionamos, de la ahistoricidad de ciertos pueblos. Se alude a la racionalidad y la necesidad interna -herencia y recuperación de las diversas figuras- ubicada en los pueblos con destino histórico. La totalidad de los pueblos con considerable destino histórico se refieren no sólo a la potencia o virilidad expansiva sino justamente a la racionalidad del devenir histórico humano, en donde estos prodigiosos pueblos niegan la exterioridad en cuanto que reinado de la arbitrariedad, del absurdo y, en definitiva, de la irracionalidad. (Aricó, 1982: 125). Elementos que aparecen atribuidos a los sucesos independentistas encabezados por Bolívar, a causa de estar nublada su visión frente a la inexistencia de una lucha de clases -el movimiento real y positivo de la historia-, y por tanto fundante de su sistematización lógica-histórica (Aricó, 1982:127) o en otros términos la legalidad histórica. Es que Marx reflota su viejo amor xenófobo- hegeliano de ‘pueblos sin historia’ describiendo el proceso histórico bajos las lentes hegelianas como una sumatoria de casualidades y hechos gratuitos, conjunción de sucesos afortunados, contingentes, y por ende irracionales, asimismo exógenos a la racionalidad positiva de la historia -al desarrollo de lo real-, ajenos a su legalidad totalizante. En segundo término opero el principio de resistencia de Marx (en la Filosofía del derecho del viejo Hegel (1987) a reconocer en el estado una capacidad de “producción” de la sociedad civil y, por extensión, de la propia nación. Puesto que la transformación de las nacionalidades en estados-nacionales soberanos ocurrió durante el S.XIX en Europa caracterizada por la previa constitución de sujetos definidos como “nación” identificados con una historia, una cultura común y una lengua propia. (Aricó, 1982:128-130) El caso paradigmático que describe la naturaleza singular latinoamericana es por lo contrario: “el proceso al que gramscianamente podríamos definir como de revolución “pasiva”. Esto es, la “productividad” del Estado latinoamericano que estaba constituyendo “por arriba” la “sociedad civil” y la propia nación. (Burgos, 2004: 274-281)

Concebir al estado tal como hace Hegel, diametralmente opuesto a lo ocurrido en la constitución de estados soberanos europeos, y sumada a su filosofía de la historia universal5 posee la “enorme virtud” de mantener las relaciones mutuamente complejas entre la política y lo político-institucional. En otros términos el elogio del conflicto -como residuo irreconciliado- y la lucha como garante de la república -la acción política- y frente a ello las exigencias del orden, la representación y la superestructura jurídico-política institucional -el orden de lo político-. (Rinesi, 2005:13-23).

He aquí que Marx con sus reminiscencias redujera la ‘política’ a puro arbitrio y su equivalente como instancia autonomizada de la sociedad civil, en donde prevalece el análisis tendenciosamente objetivista de la esfera económica productiva -las fuerzas productivas y su correspondiente modo de producción-. Por ello, la crítica de la política será una directa emanación de la crítica de la economía política. (Aricó, 1982:132). En este punto J. Aricó recalca en el sistema marxiano la final exclusión de una teoría y un análisis positivo de las formas institucionales y de las funciones de lo político. Asimismo es conveniente tener en cuenta que se trata de la exclusión final y tardía de lo político en Marx. Esto no sucede en sus escritos jóvenes (1842-1844) en donde la interrogación sobre la esencia o el ser de lo político está muy fuertemente acentuada. Incluso haciendo extensiva esta tesis contraria y siguiendo a Miguel Abensour en ello, la heterogeneidad de lo político no dejó de obsesionarlo durante toda su vida. Abensour (1998:7-28).

El espinoso Marx

Contrariamente a las intuiciones que hacen pensar en un Marx enamoradamente hegeliano y deliberadamente occidentalista-eurocentrista para con la especificidad latinoamericana, debemos hacer entonces el esfuerzo metodológico de contextualizar e historizar los itinerarios marxianos. No evaluar sus posiciones epocales por separado; sino más bien ahondar, como recomienda Aricó, en la relectura global y la excepcionalidad de sus escritos, en un recorrido que nos permite establecer continuidades y discontinuidades. Insistir en aquello no directamente mencionado, más que en lo explícitamente afirmado. De esta forma reconstructivamente heterodoxa podemos distinguir que Marx está habitado en su interior por dos almas una hegelianizante y otra libertaria. (Aricó, 1982:142) Y en este Marx (sin ismos) privilegiamos asimismo a su segundo espíritu. Por el contrario un Marx con lentes hegelianas en ocasiones o su posterior evangelización estrechamente obrerista semejante a una suerte de profeta socialista o ideólogo de verdades incontrovertibles hacia los fenómenos populares; pero deberíamos reivindicar el alma libertaria allí en su filón democrático, nacional y popular (Aricó, 1982: 141), en una perspectiva ‘desde abajo’ de los procesos históricos que considere la compleja dinámica histórica de lo real o de lo coyuntural, su inherente transitoriedad y de ninguna manera procesos unívocamente limitados. Y nos referimos con esto, a la impostación positivista como categoría histórica de un proceso evolutivo sujeto a leyes determinantes, asimismo como criterio fijo, de la universalización de las relaciones burguesas de producción -el llamado mercado mundial, el destino histórico, el proletariado como clase universal y los etiquetados países bárbaros- (Aricó,1982:61-62). Con ello no solo aludimos a la quebrantada idea de un epicentro de la revolución dador de sentido al conjunto del movimiento social de liberación de los explotados. Sino además, precisamente a la identificación apriorística del sujeto revolucionario con el proletariado europeo-occidental. De la brecha, al interior del movimiento socialista, entre un internacionalismo formal -la universalidad del proletariado como clase- y un nacionalismo real -la admisión de determinados centros ‘nacionales’ como sede del atributo universal de clase-. (Aricó, 1982: 89-90).

Estos intersticios lo significan escritos epistolarios tenidos en cuenta solo secundariamente en la reticente tradición marxista (a atender, no marxiana), menospreciados por cierto como meros escritos de circunstancia, de algún modo ‘relegados al abandono’. Aquí la referencia lo constituyen los comentarios a la Comuna Rusa escritos originalmente en respuesta para Vera Zasúlich, y por afín los escritos sobre Irlanda y España. Estos son virajes decisivos no atendidos en la ‘cultura episcopal’ marxista. La excepcionalidad de estos casos lo compone el acento en el efecto disruptivo que puede tener la lucha de clases nacional -campesina no industrial-. Estos esbozos de una ‘fenomenología del subdesarrollo’ extraen las consecuencias políticas de los movimientos nacionales dependientes, en los efectos objetivamente progresivos del capitalismo desarrollado.

Como bien nos enseña Aricó: la atención no está puesta (exclusivamente) en cómo el capitalismo empuja irremisiblemente a todos los pueblos a una historia universal de la que es único y tiránico autor sino en la individuación de aquellos elementos que en el interior de cada pueblo pueden impedir que la situación colonial se mantenga o que se convierta en una nación dominada. (Aricó,1982: 94).

Bibliografía inspirativa, recurrida y consultada

Abensour, M. (1998) La democracia contra el estado. Buenos Aires: Colihue.

Aricó, José María (2005). La cola del diablo, itinerario de Gramsci en América Latina Buenos Aires: S.XXI.

Aricó, José María (1988). Marx y América Latina. Buenos Aires: Catálogos Editora,

Bolívar, Simón. (30/7/07). Discurso al Congreso Constituyente de Bolivia. En Simón Bolivar en La BitBiblioteca.[On line]. Disponible en: http://www.analitica.com/bitblioteca/bolivar/default.asp

Burgos, Raúl (2004). Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia

de Pasado y Presente. Buenos Aires: S.XXI.

Hegel, G. W. (1987). Filosofía del Derecho. Buenos. Aires: Claridad.

Marx, Karl -Engels, Friedrich (1973). Correspondencia. Buenos Aires: Cartago.

Marx, Karl -Engels, Friedrich (1970). Revolución en España. Barcelona: Ariel.

Mignolo. W. D. (2000) La Colonialidad a lo largo y a lo ancho. En Edgardo Lander (Comp.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: Clacso.

Rinesi, Eduardo (2005). Política y Tragedia. Hamlet, entre Hobbes y Maquiavelo.

Buenos Aires: Colihue.

Quijano, Aníbal (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, En Edgardo Lander (Comp). Op. Cit. (pp. 201-246). Buenos Aires: Clacso

Viscardo y Guzmán, Juan Pablo. (1998) Carta a los españoles americanos (VII). Obra completa (Tomo I). Lima: Ediciones del congreso del Perú.



[1] Debo agradecer de sobremanera la infinita generosidad intelectual que me brindase Ana Contreras. Asimismo debo reconocer que el presente es un esbozo de inspiración conjunta y de pacientes intercambios diurnos/nocturnos.

2 Recordemos a Faustin-Élie Soulouque (1847-1849) quien fuera rey negro -déspota y megalómano- de Haití. Y por lo mismo Marx no toma en consideración a su compatriota -bajo el cual Bolívar estuvo a su mando- Alexandre Pétion. Omitiendo el hecho de que Bolívar colaboró con Pétion para la liberación de los esclavos de Haití a cambio de armamento británico. Justamente Pétion es quien le prestara asilo a Bolívar en 1815 -expulsado en ese momento del actual territorio Venezolano- y apoyara la democracia liberal así como comulgara en la independencia y emancipación de toda América.

3 Entiéndase un orden constitucional (sometido a "los límites constitucionales más estrechos que se conocen") y paralelamente monárquico, de acuerdo a la disputa que incluye no sólo al ‘eurocéntrico’ Marx sino por análogo el liberal democrático Francisco de Paula Santander (vicepresidente de la gran Colombia).

4 Entre las fuentes de la época, señala Aricó: Los liberales repudiaban el centralismo y autoritarismo de Bolívar; los republicanos detectaban recetas criptomonárquicas tras los esquemas de organización política propuestos por el libertador; los ideólogos de la expansión europea –y esto nos parece lo decisivo- intuían certeramente en los planes bolivarianos de unidad latinoamericana una voluntad de resistencia a aquella penetración. (Aricó, 1982: 121)

5 Recordemos en dicho punto de vista el fin esencial de un pueblo es ser un estado...y un pueblo sin formación política (…) no tiene historia. De ahí que América era la potencial historicidad por cuanta capacidad en devenir estados (un definitivo porvenir). (…) se trata de una apuesta al futuro de América. (Aricó, 1982:129, 155-158)

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