El crimen nuestro de cada día


Si bien la lectura inmediata de la penúltima peli de Alex de la Iglesia “El crimen Ferpecto” (2004)[1] nos invita a odiar a su personaje central (Rafael), la lectura detenida, por cierto sinuosa, debe precavernos de ciertos detalles.

Para empezar, “Rafael” vendedor mega estrella del marketing, producto acabado de las relaciones mercantiles de cualquier departamento de recursos humanos, no es un gillipolas cualquiera. No señor!. Estamos hablando de un intelectual hecho y derecho. Auto reflexivo, irónico cuando la ocasión lo amerita, perspicaz y seductor (como gran retórico griego), adulador y condescendiente por demás. Es así que en momentos decisivos, nos recuerda: Eres fea Lourdes muy fea,tu no tienes la culpa pero yo tampoco es este mundo en el que vivimos el que me hace odiarte: la gente , las revistas, la televisión, ¿cuando has visto alguien como tú presentando un concurso esos de la tele?¿cuando has visto una fea montada en un Ferrari? ¿o besando un ciclista? ¿cuando???. El problema no es personal ni mucho menos específico para con ella (Lourdes, estereotipo de manipuladora, Freak, naif, obsesiva y compulsiva, así como vendedora rutinaria y domesticada/dora). Es que todo el mundo reclama belleza, este es el crimen nuestro de cada día: el mundo perfecto es a todas cuentas un mundo sofisticado, escéptico y económico, a saber, las tiendas comerciales, el shopping, los negocios, los bazares, las ofertas y las demandas. Mundo elegante y confortable para algunos. Mundo normal, naturalizado, de sentido común (valga la cita a Gramsci) o habitus incorporado. “Soy una persona elegante que sólo pretende vivir en un mundo elegante. ¿Es eso pedir demasiado?” resume el actor protagónico. Si la urbe es el cosmos. si de la ciudad al mundo (urbi et orbi), entonces este microcosmos es para este galan y semental perdido, las tiendas 'Yeyos', su reinado abosulto: la sección chicas.

Entre los delirios persecutorios, stress laboral y un profundo sentido de la competencia (cueste lo que cueste) Rafael se debate entre el éxito de sus conquistas y el mega éxito de ser un completo embaucador. Es que toda la película se inicia con una secuencia de venta en algún recóndito curso de capacitación-laboral, sádico de lo más realista y esclavista por cierto.

Tampoco podemos olvidar, al ideólogo Rafael, la explicación sobre que “el problema de la gente” es la falta de gusto, ni siquiera importa la condición social, de clase, cultural o económica, se trata de la falta de tacto, de vestimenta, nacional-estéticismo que recuerda a Micky Vainilla de P. Capussotto y su videos. Como si fuera poca cosa, el personaje encarnado por Willy Toledo, es un especie de defensor de algo así como un pseudo-darwinismo en términos etnocéntricos: "Las especies superiores nos adaptamos al medio, por muy hostil que sea. Al sobrevivir, nos volvemos más fuertes, y terminamos por imponer nuestra ley. Aunque, a primera vista, pueda parecer lo contrario."

El director y guionista[2] no escatima en detalles, Rafael cita cual adulador evangelista, (de esas religiones que tanto nos pesan), apócrifas frases célebres de clásicos de la filosofía. Referencia e hipertextualidad con otras películas no sobran. Tampoco han de faltar las críticas citas, a la religión más contemporánea en su haber, a la cual le rendimos culto a diario: el dios consumo. En razón de ello, exclama Rafael entre sus convicciones: “En este ambiente me siento como un sacerdote que imparte su credo en un templo pagano, rodeado de fieles”.

“Si matar o no matar, esa, esa es la cuestión” nos recuerda Liliana Felipe, es entonces, que matar de la forma más acabada y sistemáticamente posible esto es ferpecto. Matar aquello normal, cotidiano y mediocre. Pero simultáneamente es matar la diferencia, la inocencia de Lourdes, sus manías, aquellas pequeñas abyecciones en su haber. Porque si el crimen perfecto es imposible, todo crimen es ferpecto entonces.

Para finalizar la película, la secuencia final cuenta con una estrategia dialéctica, aquel vencedor es vencido, aquel amo deviene en esclavo, clima bufonesco así como subversivo (se invierte el orden) donde Rafael termina siendo aquello que aborrecía con mayor insistencia: “Convertirse en una persona NORMAL. Un idiota más entre miles de idiotas, con una vida mediocre y ÑOÑA”.




[1] El título del rodaje se inspira en Obélix (Galo hereje del imperio romano junto a Asteix) personaje de Historietas quien repetía al Cesar: Ferpectamente!, así también en la película ‘Crimen Perfecto’ (1953) o ‘Telefonear M para Muerte’-–en idioma original: Dial M for Murder- del director A. Hitchcock.

[2] Conviene recordarlo: Alex de la Iglesia. Quien se acometió adaptar los textos de Guillermo Martinez (Los crímenes imperceptibles) este 2008. Los crímenes de Oxford, a medio pelo entre un thriller holliwodense y la perspicacia del propio ‘de la iglesia’ (valga la curiosidad: que apellido más clerical Mr. Alex), cita también al L. Wittgenstein del Tractatus Logico-Philosophicus. Es así que esta pelicula y por cuanto misterio que ocurre en Oxford nos plantea la frenética búsqueda de patrones de ordenamiento lógico-formales de aquello que llamamos realidad (léase comportamiento, conductas humanas, crímenes, homicidios, acertijos, etc, etc). De más está recomendar la película de título homónimo (Wittgenstein) dirigida por Derek Jarman (1993).


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