pobreza y espectáculo


Sobre ¿quien quiere ser millonario?
(Slumdog Millonaire) de Danny Boyle

Escribir sobre esta taquillera y exitosa película prodría empezar con una cita:

"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado."

FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.

Esta cita con la que comienza la acallada y por lo mismo olvidada obra de Guy Debord La sociedad del Espectáculo (1967) puede aportar a las lecturas sobre esta peli: no se trata solo de mostrar la pobreza (la abyección) y de estetizarla como tal, es decir, hacer de la pobreza un objeto de culto estético, es decir habituarnos además al horror cotidiano de la pobreza y aquí la diferencia de escalas, se trata de un horror muchísimo más próximo que la shoa (holocausto nacionalsocialista) por ejemplo. El horror cotidiano de la pobreza esa es nuestra escala contemprànea, la otredad próxima invisibilizada. La sinestecia de W. Benjamin, a la estética de la pobreza como anestesia de nuestros sentidos habría que agregarle el espectáculo de la pobreza. En esta película es fundamental remarcar que todo gira alrededor de un show, pero no de un show específico y televisivo (¿Quien quiere ser millonario? versión indú) sino "el espectáculo como relación social entre personas mediatizada por imágenes" (Sociedad del espectáculo paragráfo 4). La pobreza como tal, la radicalidad de la pobreza extrema en su geopolítica cultural que es la india país ultra tercermundista y más pobre del globo, es parte del espectáculo de la pobreza como la sociedad misma. "El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas las miradas y toda la conciencia." (Sociedad del espectáculo paragráfo 3).
Aquí no hay que olvidar al viejo barbudo Karl Marx,"la sociedad de clases" nos remarcaría con el dedo en alto, la sociedad vuelta espectáculo de pobreza como show atravesada justamente por un conflicto de clases. Lo que parece un relato "liviano" e "inocente" de las condiciones de vida del protagonista (Jamal Malik) y la historia romantica que lo circunda, no es ni más ni menos que la separación entre ver la probreza, la distancia entre la imagen como mera contemplación, la imagen vuelta autónoma. Como vemos a la pobreza como una diferencia más, en una sociedad que se representa integrada por gente y no por clases, la pobreza es una diferencia más, como quien es pobre, otros son trabajadores, otros empleados, otros vedettes, otros intelectuales, y así sucesivamente, todos entramos en la misma bolsa salvo los famosos, el resto (común de los mortales) nos diferenciamos por peculiaridades, atributos culturales si se quiere, tenemos costumbres distintas...
Un condimento que me sigue haciendo ruido: una escena que bien podría filmarse en algún basural (o cordon "ecológico" valga greenpeace) del conourbano bonaerense, de las circunvalaciones de Córdoba ciudad o de las márgenes urbanas latinoamericanas, donde los protagonistas son invitados con una coca cola. Si el neo-colonialismo se vive de manera descarada en las situaciones de radicalidad de pobreza, de la extrema violencia de clases hablamos, es allí donde la lucha simbólica es mucho más grotesca y patente si se quiere.
Si el destino de clase está escrito, aquì se juega con los sueños clasista de ascendecia social ("D.Es el destino"). Como frutilla de la torta: el happy end de la peli, ¿no será mucho un final musical cual American Idols o Talento argentino?
Por último, el espectáculo de la pobreza no es la acumulación de imágenes, de películas que vemos que tratan de manera light y edulcorada la pobreza (o abyección según N. Prividera) o la pregunta por como abordar el horror, sino de una visión del mundo naturalizada, incorporada, hecha cuerpo y sentido común.
Copyleft 2009 / WalterEgo y Martin De Mauro
La sociedad del espectáculo está disponible
en el archivo situacionista hispano


En lo que sigue artículo de Nicolás Prividera sobre esta peli:

DE LA NEOABYECCIÓN

1. Se ha escrito mucho sobre Slumdog Millonaire, la última película infame de Danny Boyle (no diré “la última película del infame Danny Boyle” porque ha hecho un par que aún podrían salvarlo). Y eso es lo notable: que a la repetición de ciertos films (ya sean los que presentan una versión violenta y cool del tercer mundo o los que presentan una visión moralizante de la guerra y el exterminio) le acompañe un módico debate que no empaña su éxito internacional, y que más bien se convierte en parte de su campaña de marketing (como si todo lo que se escribiera “de la abyección” fuera tan naturalizado como la abyección misma).

Hace casi cincuenta años ya que Jacques Rivette escribió su recordado artículo “De la abyección” en Cahiers du cinema (donde hizo famoso “el travelling de Kapo” de Pontecorvo). Allí decía: “El director se ve obligado a atenuar, para que aquello que se atreve a presentar como la «realidad» sea físicamente soportable para el espectador, el cual no puede sino llegar a la conclusión, quizá inconscientemente, de que, por supuesto, esos alemanes eran unos salvajes, pero que, al fin y al cabo, la situación no era intolerable, y que, si los prisioneros se portaban bien, con un poco de astucia o de paciencia podían salir del paso. Al mismo tiempo, cada uno de nosotros se habitúa hipócritamente al horror, éste forma poco a poco parte de la costumbre y muy pronto integrará el paisaje mental del hombre moderno: ¿quién podrá la próxima vez extrañarse o indignarse ante lo que, en efecto, habrá dejado de ser chocante?” La última frase de Rivette era inevitablemente profética, pero hoy su artículo sonaría hasta tibio (frente a lo que nos deparó el mundo y el cine), sino fuera porque poco logra suscitar ya en nosotros esa eficaz indignación.

Por el contrario, ya nada nos extraña, ni siquiera que numerosos críticos hayan escrito maravillas sobre un film abyecto como Slumdog millonaire. (Y que un crítico hable a favor de un film abyecto merece el mismo desprecio que Rivette reservaba a su autor, porque quien lo hace no sólo ha renunciado al pensamiento crítico, sino a lo que cualquier ejercicio crítico tiene de posicionamiento ético. Porque la crítica también, como continuación del travelling del cine por otros medios, es una cuestión ética… Y no nos referimos a ese ejercicio simétrico de hipocresía llamado “corrección política”, sino a la inexcusable defensa de la forma.) ¿Qué ha pasado, entonces, para que sigamos asistiendo a la persistente producción de estos films y su receptiva o tibia crítica? Una respuesta posible es afirmar que “el travelling de Kapo” se ha convertido en estilo, y la abyección en estética.

2.

En el nivel más superficial (pero no menos hiriente) tenemos toda una serie de films (como la saga Saw) que giran sobre la “creatividad” aplicada a la violencia explícita. Pero ese abuso no es sólo propio de cierto género: atraviesa todo el cine contemporáneo, e incluso la televisión. Se diría entonces que es parte de un dispositivo de representación que apunta a “familiarizarnos” con el horror. La pregunta ya no es la que se hacía el cine (clásico y moderno), sobre todo después de Auschwitz: ¿cómo filmar el horror? (”Hay cosas que no deben abordarse si no es con cierto temor y estremecimiento; la muerte es sin duda una de ellas, ¿y cómo no sentirse, en el momento de rodar algo tan misterioso, un impostor?“, se preguntaba Rivette). Ahora la pregunta parece ser: ¿cómo filmar el horror? (De qué manera novedosa convertir lo atroz en objeto de disfrute “inocente”.)

Pero ya no se trata solo de mostrar el horror “gratuitamente” (guiado por un claro ánimo anestesiante), sino de trastocar el bien en nombre de la bondad (Nietzsche tendría algo que decir al respecto): Esto es, de la anulación de cualquier atisbo de cuestionamiento ético a través de la limpieza de conciencia (gracias a la conjugación de “catarsis” y exterioridad de la Tragedia). Decía Rivette hablando sobre el cine sobre el nazismo: “Por múltiples razones, de fácil comprensión, el realismo absoluto, o el que puede llegar a contener el cine, es aquí imposible; cualquier intento en este sentido será necesariamente incompleto («por lo tanto inmoral»), cualquier tentativa de reconstitución o de enmascaramiento irrisorio o grotesco, cualquier enfoque tradicional del «espectáculo» denota voyeurismo y pornografía.” Esta mesura clásica es la que está trastocada.

Y este problema no ha dejado de ser interrogado, al menos en cuanto a la representación de la Shoah (sin que la película homónima haya podido impedir la de Spielberg): Hay una línea directa (denunciada por Lanzmann) entre Kapo y La lista de Schindler, que llega hasta El niño con pijama a rayas… Y no en vano a habido muchos niños en estos films (Spielberg ha hecho de los “juegos prohibidos” casi un subgénero), puesto que todos ellos proponen una mirada “inocente” a la hora de enfrentarse con el horror (que trasladan de la película al espectador). Y donde más acabadamente se ha puesto en escena esa inversión infame de la frase de Fanon (”todo espectador es un cobarde o un traidor”) es en esa cumbre de la abyección llamada La vida es bella (de la cual Slumdog millonaire es directa heredera). No se trata sólo de que la película de Benigni represente el exterminio con liviandad (invirtiendo la libertaria inversión carnavalesca de la risa y transformándola en un instrumento del poder, disfrazado de poder de negación), sino que Benigni propone que su espectador ideal sea como el niño de su film (como él mismo: hombre-niño), y se deje engañar por un cine devenido en padre protector: un cine conciliador, que nos regala fábulas amables (aunque a veces tristes) para complacernos (y olvidar nuestra responsabilidad) con una mirada tan “dura” como absolutoria.
Copyleft 2009 / Nicolás Prividera

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