Padrón de femicidios: Nuestra base de datos (1974-2017)


Confeccionar un padrón de femicidios es una obligación que el Estado argentino no cumple. Una deuda más con Ni una Menos.
Hay un registro que lleva la Oficina de Violencia Doméstica que depende de la Corte Suprema de la Nación, pero sólo contempla los femicidios cometidos en el ámbito de las relaciones de familiares. No aporta nombres, sino cantidades, que clasifica en diferentes categorías: edad, tipo de vínculo, provincia, etc.
En síntesis: estamos a ciegas.
Para visibilizar esta violencia contra las mujeres diferentes organizaciones de la sociedad civil elaboran anualmente padrones, a partir de la información que publica la prensa. Es decir, también son incompletos y lo que falta es lo que más necesita ser visibilizado: los crímenes de las más pobres, las marginales, las más explotadas –fundamentalmente en la prostitución- y en particular, las travestis. Muy pocas veces sus crímenes son interés de la prensa y, en especial antes de la sanción de la Ley de Identidad, en los pocos casos que lo hacían, publicaban el nombre que figuraba en su documento: el masculino.
El feminismo tiene un compromiso particular con este sector. Es una deuda de clase. Sin esta brújula orientada hacia abajo y hacia el fondo fondo, pierde no sólo el sentido sino el horizonte.
Hace tres años nos propusimos, entonces, realizar nuestro propio padrón y alentar que hicieran el suyo otras organizaciones sociales.
Son muchos los motivos que podemos alegar para considerar esta tarea una herramienta concreta que ayuda a construir un panorama, una conciencia y una urgencia: hacer algo.
En todos estos años hemos trabajado este padrón con diferentes grupos y organizaciones sociales de varios puntos del país. A todas ellas pertenece el mérito y el esfuerzo. Sin esa participación, tiempo y compromiso no podríamos haber logrado convertir este padrón en algo más que una lista de nombres. Cada letra fue abrazada, muchas lloradas y el final se transformó siempre en grito colectivo: Hermanas, están presentes.
Con las primeras que trabajamos este padrón fue con nuestras hermanas travestis, quienes nos enseñaron el arte de convertir una planilla en una ceremonia. A ellas les debemos que siguiéramos realizándola en cada encuentro. También junto a ellas sacamos por primera vez nuestro padrón a la calle y lo convertimos en un mural en el que cada persona que quisiera, podía elegir un nombre, estampar su mano en tinta roja y pegarlo en la enorme tela negra que colgamos en una de las rejas de Plaza Congreso, en las horas previas a la primera marcha de Ni Una Menos. Elegir el nombre, poner la mano, pegar el papel no fue un trámite. La poeta Susy Shock estuvo encargada de la lista y fue ella quien miró a los ojos a cada persona antes de escribir el nombre elegido en un papel. La abogada de derechos humanos Verónica Heredia fue quien pintaba cada mano de rojo y la psicóloga Susana García quien abrazada a cada una, luego de pegar el papel. Acompañando todo el proceso y el trayecto estuvo todo el equipo de lavaca, acompañado por Marlene Wayar. Madres de jóvenes asesinadas, hijas, hijos, hermanas y amigas de víctimas de violencia machista se acercaron para dejar así el nombre de su dolor, pero también de su reclamo. Al terminar la marcha, ya de noche, el mural seguía gritando. Eran tantos nombres y tantas manos rojas que juntos daban una dimensión real de por qué ese día hubo más de 500 mil personas juntas, en la calle, exigiéndole al Estado que cumpla con su obligación y pare la masacre.
La segunda vez que sacamos el padrón a la calle tuvimos que incluir el nombre de una de nuestras queridas amigas travestis asesinadas: Diana Sacayán. La mano la estampó su prima y el mural se convirtió para nosotras mismas en tela sagrada.
En este largo tiempo, también, nos reunimos con grupos y organizaciones sociales para volcar al padrón las asesinadas en su territorio, gremio o barrio. Hemos escuchado así las historias que hay detrás de cada nombre en la voz de sus familiares, amigas o compañeras. En todos los casos, el efecto fue idéntico: colocar el nombre fue gritar juntas “Presente, ahora y siempre”, pero también ubicar ese tremendo dolor biográfico en un cuadro sistémico. Ubicar cada historia personal en el contexto social nos ayudó a curar algunas heridas que produce el mal vivir de estos tiempos, pero también a crear estrategias para construir el futuro con otras formas de relaciones sociales más justas, más armónicas, más igualitarias y más amorosas.
Hace dos años decidimos publicar el padrón online para que pudieran trabajarlo, completarlo y analizarlo en diferentes puntos del país. Nos comenzaron a llegar así mensajes de diferentes ciudades. Eran personas que sumaban un nombre al padrón: el de su madre, su tía, su hermana, su compañera de trabajo, su hija. Armamos entonces un grupo de trabajo para chequear la información y sumarlos. A lo largo de un fin de semana varias veces tuvimos que parar para abrazarnos.
Degollada.
A golpes.
Con una maza.
69 tiros.
Delante de sus alumnos de 3° grado.
Quemada viva.
Violada, descuartizada y enterrada.
Es imposible procesar lo que cada palabra representa y, en especial, el tremendo peso que acumula la suma, sin estar en grupo y sentirnos abrazadas.
Hacer este padrón fue fundamentalmente útil para todo el equipo de lavaca y creemos que también para todos los grupos y organizaciones que participaron. Nos dio un panorama, una tarea y una visión que pudimos convertir en acciones concretas.
Compartirlo online y con libre acceso es parte de haber aprendido que esa visión es necesaria para dimensionar lo que nos pasa, para pensar por qué nos pasa, pero fundamentalmente para debatir qué hacemos concreta y firmemente para que Nunca Más Ni Una Menos. Es una tarea urgente y nos toca a nosotras, a nosotros, a nuestra época, organizarnos para lograr que así sea.

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