Apelan el insólito fallo que benefició al violador de un nene
Un caso muy polémico.Le bajaron la pena porque consideraron que la víctima, de 6 años, era "homosexual". Ahora decide la Suprema Corte Bonaerense.
De la complejidad del "aparo judicial" y sus fobias sexuales afiancadas
El repudio que se expresa contra la sentencia de casación bonaerense y especialmente contra los jueces me hace reflexionar acerca de lo que no se muestra con el fallo. Las interpretaciones judiciales sobre los hechos y las normas es una parte de lo que los jueces hacen al momento de dictar sentencia. No es la única forma en que actúa el sistema judicial. El mundo legal se construye, además, con las prácticas de otros actores jurídicos. En este sentido, me pregunto quién introdujo, con qué alcances y para qué la cuestión de la posible homosexualidad o identidad travesti de la víctima: fue la fiscalía, la defensa del imputado, el cuerpo médico pericial, la querella/ familia o los propios jueces? Mi inquietud es llamar la atención de que las interpretaciones judiciales que se suceden a partir de un expediente judicial con todas las sustracciones y adiciones retóricas que se hacen, no es sólo y exclusivamente de un operador legal. Las sentencias son actos complejos que involucran a todo el sistema judicial y a múltiples actores que inciden implícita o explícitamente sobre el acto de decir el derecho. Si los fallos son la expresión más visible del acto de justicia, habría que indagar sobre aquello que no sale a la luz y que las excitan para decir aquello que dicen y el modo en que lo dicen. Es evidente el sesgo homo-trans fóbico de la sentencia, cuya causal se inscribe en la lógica heteronormativa del derecho. El modo en que la sentencia construye un argumento mediante el cual hipersexualiza el cuerpo del niño y al mismo tiempo lo desexualiza a fin de fijar su coto moral ha sido responsabilidad primaria de los jueces pero también el fondo sobre el cual se enuncia lo dicho involucra los aportes de los fiscales, defensas, peritos y querellas si hubiera. Cada actor aporta un elemento al expediente y por ende es tan responsable como quien termina definiendo el caso legal. Indagaría en cómo se llegó al argumento fóbico, dado que podría demostrarse que la heterosexualidad está siempre ahí; en la misma estructura del sistema de elaboración del pensamiento judicial como pacto de poder. Permitiría, además, un llamado de atención sobre la insuficiente o carente formación en género de todos los actores involucrados. Incluso, un tirón de orejas a las oficinas que tienen a su cargo los programas de capacitación en género de los ministerios públicos. A su vez, ha sido la militancia gay y alianzas feministas que salieron a motorizar el repudio al fallo. Quisiera también que sea el propio poder judicial que se pronuncie en iguales términos. No sólo mediante sentencias que, seguramente, revocarán el nefasto pronunciamiento, sino con actos políticos. Esta ausencia muestra la manera en que la justicia sigue representándose los actos de justicia como si fueran únicamente cuestiones jurídicas desprovistas de politicidad. Han sido los movimientos de diversidad sexual los que en definitiva y una vez más politizan su impacto y muestran la aberración. Lindo sería ver que las oficinas que trabajan género dentro de los órganos que integran el poder judicial se expresaran en términos semejantes a la manera en que el movimiento gay/feminista lo hizo. Entiendo que hay argumentos, adecuados, asociados con competencias, jurisdicciones y cuestiones de aparente judiciabilidad pero estos criterios no dejan de ser meros tecnicismos jurídicos que abonan la tesis según la cual el discurso de los derechos y los operadores judiciales se encargan de activar instrumentalmente el derecho, el que simula su neutralidad y a-politicidad.
La justicia hace años está en crisis. Y tener una mirada crítica del poder judicial puede contribuir a evidenciar la caótica y contradictoria maleza en que todas las personas estamos insertas cada vez que la ley nos sujeta con su discurso, que es tremendamente político y nos afecta a tod*s.
por Emiliano Litardo
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